CUANDO salimos al campo, en esas mañanas de oro y esmeralda, vemos al Señor, en el universo, nos llega su hermosura y la fuerza infinita de su brazo ante la majestuosidad de la naturaleza. 

Cuando lo miramos en silencio y le suplicamos, sentimos que su grandeza es la nuestra y que nada nos podrá derrotar.

Cuando juntamos las manos y nos ponemos ante Él, parece que somos más poderosos que cuantos dominan el mundo.

Cuando nos rendimos a sus pes y nos entregamos confiados en su clemencia, nos levantamos más seguros que cuando todos los hombres están a nuestro favor.

 

 

remanso del peregrino

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *