Don Quijote

Dibujo Marcel Nino Pijot

CAPÍTULO I. Que trata de la condición y ejercicio del famoso y valiente hidalgo don Quijote de la Mancha

Esta ventura, se inicia en un lugar cuyo nombre nadie conoce y que muchos suponen. Nos muestra a un señor llamado Alonso Quijano. Un hombre no excesivamente rico, aunque disponía de buena hacienda y que en vez en cuando comía decentemente:

 

Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos”

 

Nos habla también que aparte de rocín, tiene perro. Y que don Quijote ya tiene cumplidos los cincuenta años. Gustador de la caza y gran madrugador.

 

Este peculiar personaje era gran amante de las novelas de caballería y tenía como escritor favorito a Feliciano de Silva por la calidad de su prosa y de sus aventuras:

 

«La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura» Y también cuando leía: «Los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza”.

 

Hablaba sobre libros con su amigo el Cura que era hombre docto, graduado en Sigüenza— sobre cuál había sido mejor caballero: Palmerín de Inglaterra o Amadís de Gaula ; mas maese Nicolás, barbero del mesmo pueblo, decía que ninguno llegaba al Caballero del Febo, y que si alguno se le podía comparar era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy acomodada condición para todo, que no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga.

 

En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio.

 

No se sabe hasta dónde llega su locura. Su facilidad para soñar y vivir en la ficción, que le proporciona lo que no puede aportarle su vida monótona, hace que se cree un mundo imaginario en el que Dulcinea es el símbolo.

 

Y entre tanto libro amontonado en su cuarto de dormir, decidió armarse caballero andante e ir por los mundos de dios deshaciendo agravios y entuertos.

 

Lo primero que hizo fue limpiar unas armas que habían sido de sus bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón. Las limpió, con cartones se hizo una especie de morrión y con su espada las probó y reforzó con barras de hierro.

 

Tomó a su rocín, que era más flaco que el caballo que tenía el bufón Gonela pero que le pareció superior al propio Bucéfalo de Alejandro Magno y más noble que el Babieca del Cid y después de pensar en nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó, al fin le vino a llamar «Rocinante», nombre, a su parecer, alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo. Y él se vino a llamar “Don Quijote” y que después quiso añadirle, como un buen caballero, el nombre de su patria. Y de este modo llamose: “Don Quijote de la Mancha”.

 

Ya no le faltaba otra cosa que buscar una dama para enamorarse porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma. A cuantos venciese en singular batalla, debían de ir a ver a la dama, para mostrarle pleitesía. Y pensó que su dama,  bien podría ser una moza que en sus tiempos estuvo enamorado, aunque ella jamás lo supo. Se llamaba Aldonza Lorenzo,  y atendió que fuese su señora de sus pensamientos y, buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla «Dulcinea del Toboso» porque era natural del Toboso.

 

 

FIN DEL PRIMER CAPÍTULO

 

2 comentarios

  1. Así podemos leer y oír el Quijote, aquellos que siempre hemos tenido un poco de Yu-yu en iniciar su lectura. Muchas gracias.

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