ALEJA el pensamiento de que las amarguras va a desbordar tu paciencia. Ni creas que el océano se tragará tu balsa tranquila.
Aunque amanece la creciente del plenilunio y aunque los rompientes crujan al choque de las montañas espumosas, ten por seguro que la oleada no podrá anegar tu barquilla.
Mira como Dios hace que la cólera del mar rugiente, no pase más allá de la cinta de arena blanda que ciñe las orillas.
Del libro: Remanso de Peregrinos
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