La Guerra Civil (I)
Todas las guerras son terribles pero más terrorífica es una guerra civil.

DESAPARECIDOS
Regresan cada día
como en una marea de escombros maniatados,
a esta tierra de nadie
sumergida en las grutas del espanto,
en garajes sin alma
donde depositaron
los hondos parietales,
los cráneos encendidos,
la clavícula trémula de una niña sin nombre.
Tras los muros de esta ciudad insomne
se ocultan unos cuerpos unos nombres
que no sobrevivieron
a alguna despedida.
Bajo la piedra
se esconde un cauce oculto
un manantial de cal itinerante,
un corazón talado
que sangra todavía.
Al cruzar aquel último despeñadero del olvido
creíste regresar, por un instante,
al patio de la infancia,
al corredor sin odio
al solar donde habita la alegría.
Aquella venda muerta
desfiguró tu rostro.
Vísceras desprendidas.
Tu corazón entonces
se llenó de alimañas.
Y, sin embargo,
oías
con toda claridad
el murmurar del sol
prendiendo en la hojarasca de tus días.
Mientras,
aquel dolor también amanecía
como un perro sin nombre.
Hoy sangre apaleada
mañana serán hombres
precipitados al vacío.
Hoy noche apedreada demolida,
mañana serán sombras
que derraman su luz por los caminos.
El borde de la pala arañando la piedra
su áspero quejido,
como si machacaran
un racimo de cerezas con la bota.
Aquella venda muerta
y un pequeño latido
en el fondo del agua.
ROSANA ACQUARONI
De Discordia de los dóciles, Olifante. zaragoza, 2011
"La guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido".
-- Friedrich Nietzsche
Algunos crímenes del Frente Popular
En la Guerra Civil Española, el Gobierno del Frente Popular, instaló una maquinaria de terror prácticamente por todo el país. Los historiadores no se terminan de poner de acuerdo, pero después de lo leído y visto y escuchado, fueron unos 65.000 asesinados por el bando republicando (en otro artículo hablaremos de los del bando Nacional o Rebelde)
El 17 de julio de 1936, comienza la sublevación militar de los africanistas y el 19 de julio de ese mismo año, ya es evidente que ha estallado una guerra civil. A partir de ese instante, y cuando todavía no habían enfrentamientos bélicos, comienza la etapa del terror. El gobierno del Frente Popular, en dos días cambian tres veces de Jefe de Gobierno, Casares Quiroga, Martínez Barrio y Giral que es, este último, quien decide, quien toma la decisión de dar las armas al pueblo, es decir a las milicias de los partidos de izquierdas. Estas, que en algunos casos ya estaban hacía tiempo organizadas, son las iniciadoras del tiempo de terror.
El terror, y reitero la palabra terror, se produce en la retaguardia de ambos bandos,. La espontaneidad incontrolada de las masas en el bando del Frente Popular consiguen asesinar a muchas personas indefensas e inocentes que murieron sin saber los motivos por los que fueron asesinados. Estos eran los enemigos de clase y fueron sacerdotes, frailes y monjas, ciudadanos de fe manifiesta, políticos de la derecha e industriales, maestros, escritores, médicos, gentes afines a la derecha o votantes, militares sospechosos o simplemente por llevar uniforme y todo aquel que tuvieran algo que ver con los anteriores. A solo un mes del golpe de estado, las milicias armadas por el gobierno se cierne con todo quel sospechoso de no pertenecer a la revolución. En esa atmófera, se desencadena un persecución sin precedentes contra el clero, llegando a matar, a asesinar a unos 7.000, incluidos varios cientos de seminaristas entre 14 y 16 años. Y esto sin contar la enorme cantidad de personas que fueron asesinadas por el mero echo de ser seglares. Con el derecho arruinado, comenzaron las venganzas personales descontroladas bajo una coartada política. El “paseíllo” se convierte en una escena cotidiana. El supuesto enemigo, es cazado y conducido al matadero sin juicio previo o al que lo tenía, sin garantía alguna y sin posible defensa. El miedo, el terror cierra algunas bocas otras el odio; no hay nadie que esté a salvo. Las cárceles donde los políticos han sustituido a los presos comunes son asaltadas y asesinados los reclusos.
Al compás de la guerra y ya incendiados los frentes, las autoridades militares o civiles consiente cuando no ordenan sangrientas represalias que se cuentan por miles. Las cárceles comienza a vivir el ritual siniestro de las sacas: llegan los milicianos, sacan algunos presos y no se vuelve a saber de ellos, salvo la tierra que los cobija una vez fusilados. Las sacas se intensifican sin menguar hasta bien entrada la Guerra Civil Española y no cesaran hasta que apenas quede alguien de donde sacar. Con el pretexto de la guerra, con la cercanía del enemigo, se procede a causar matanzas masivas que sorprendería a más de un genocida de la historia. No hay pretextos ni escusas políticas para una carnicería de semejante calibre, que hasta los propios republicanos juzgarán como su mayor vergüenza. Pero quizá la mayor vergüenza no sea esa si no el echo de que la carnicería continuará, no con cifras tan masivas, pero si con un sistema depurado de terror cuyo mejor exponente son las checas. Entorno a las checas se desencadena la tortura, la humillación, la muerte; cuando el gobierno interviene para controlar el terror, no lo atenúa sino que lo intensifica. Ninguna medida de orden es capaz de neutralizar la dinámica revolucionaria del propio gobierno o del Frente Popular. Así, serán las propias instituciones las que terminen enfangadas en el mundo tétrico de los asesinatos, los saqueos, el tráfico de bienes robados a las víctimas del terror, evasión masiva del Tesoro Nacional. Los Tribunales, no correrán mejor suerte, atrapados entre la disyuntiva de mantener el orden o legalizar la revolución, las más de las veces se dejarán llevar por la corriente hasta convertir a la justicia en una parodia donde demasiadas veces se limitará a permitir el crimen.
Hacia la primavera de 1937, cuando todavía no se ha cumplido un año del inicio de la contienda, la mayor parte de la represión ha sido ya consumada
Las matanzas de la población civil, aún ejecutadas en distintas condiciones, fueron cosa común en los dos bandos de la guerra. En ambos se hizo acopio de presos políticos, en ambos se cazó al contrincante, en ambos se ejecutó al detenido, en ambos hubo represalias de guerra. El terror Rojo, tuvo sin embargo, ciertos aspectos peculiares que no encontramos en el otro bando. En el terror blanco uno es la proclamación de matanzas masivas exterminadoras como la que en pocos meses llenó las fosas de Paracuellos. Otro es el sistema de los centros de tortura y asesinato denominados Checas, dependientes unas veces de las autoridades políticas del Frente Popular y otras del propio Estado Republicano. Un tercer elemento singular, es el ensañamiento sobre las víctimas, tanto en los detenidos como sobre los cadáveres, practicado de forma tan abundante en la zona republicana, que puede hablarse de una suerte de macabro ritual. Por último el terror Rojo, tendrá una importancia de dimensiones económicas con redes organizadas de despojo y saqueo que incluso llegarán a ocupar las páginas de los propios periódicos republicanos como es el caso de Garcia Tardell: “Las matanzas masivas y el sistema de Checas son un golpe de muerte para la idílica imagen de una República Democrática y virtuosa. Ese espejismo de la propaganda que suele expresarse en el concepto de legalidad republicana. Del mismo modo, los numerosísimos casos de ensañamiento y salvajismo sobre las víctimas: Torturas, violaciones, mutilaciones, castraciones; arruinan por completo la propaganda de que el Frente Popular encarnaba la libertad, la ilustración la modernidad. Cuando el Gobierno Republicano intenta humanizar la represión a través de los campos de trabajo, el resultado será un universo reaccionario demasiado parecido a un Gulag.
Detrás del terror Rojo hubo mucho odio expresado de la manera más satídica y elemental; el ensañamiento sobre las víctimas es la demostración más clara y es un capítulo sobre el cual la izquierda española a eludido cualquier reflexión de su contenido. Era inevitable que este paisaje acabara desembocando en una dinámica suicida. En situaciones así, siempre son los grupos más decididos los que terminan devorando a sus aliados más débiles. Aquí el grupo más decidido será el Partido Comunista de España con el apoyo imprescindible de la Unión Soviética de Stalin. Las Checas de la República se llenan de técnicos soviéticos mientras que el servicio secreto soviético NKVD, campa a sus anchas.
Toda la máquina bien engrasada del terror stalinista se aplica en España de manera implacable. Pero ahora no se orientará solo hacia los enemigos del Frente Popular, sino que golpeara muy especialmente a los partidos sospechosos de hacer sombra a los proyectos de Moscú. Primero a los supuestos trosquistas, después a los anarquistas, más tarde a los propios socialistas.
Entre julio y octubre del 36, la ratio de muertos a manos de los chequistas fue de veinticinco al día.
Las checas sacaron a 12 personas de las sakas de Ventas y las llevaron al retiro al zoo para que fuesen alimento de los animales.
La creación del Servicio de Investigación Militar, el temible SIM, diseñado bajo la tutela soviética, formalizará radicalmente la represión en una República con la que Negrín se parecerá demasiado a una dictadura militarizada.
El fin de la guerra creó una estampa dentro de la Guerra Civil dentro de la guerra civil. Anarquistas y Republicanos a tiros contra los comunistas en los barrios de Madrid. Cuando los franquistas conquisten las últimas ciudades, con frecuencia encontrarán en las cárceles los responsables del terror Rojo. Sus propios subordinados los dejaron detenidos con los expedientes de sus crímenes en la puerta.
El terror Rojo se ahogará en si mismo y muchos años después, los partidos políticos siguen sin hacer balance de aquel siniestro episodio.
BIBLIOGRAFÍA:
Carrillo, Santiago (1994), Memorias, Barcelona: Planeta. ISBN 84-08-01049-2.
Juliá, Santos (2006). Víctimas de la guerra civil. Madrid: Ediciones Temas de Hoy. ISBN 84-8460-476-4.
Preston, Paul (2011). El holocausto español. Odio y exterminio en la Guerra Civil y después [The Spanish Holocaust]. Barcelona: Debate. ISBN 978-84-8306-852-6.
Vidal, César (2005), Paracuellos-Katyn: un ensayo sobre el genocidio de la izquierda, Madrid: LibrosLibres. ISBN 84-96088-32-4.
Viñas, Ángel (2007), Técnicas de fraude en el caso de Paracuellos, Temas para el debate, № 147, febrero de 2007. págs. 34-36. ISSN 1134-6574.
Cabanellas, Guillermo (1975), La guerra de los mil días: nacimiento, vida y muerte de la II República Española, 2ª ed. rev. y corr, Buenos Aires: Heliasta. 2 volúmenes.
NOTA: Este es el primer artículo sobre nuestra triste Guerra Civil y siempre visto desde la imparcialidad.
Muy buen artículo amigo mío, un buen trabajo, donde solo veo terror y qué me aclara bastante muchas cosas. Si en este país hubiera políticos de verdad todo esto no estaría en el olvido y en el desconocimiento de tantos. Gracias y aquí quedó deseando leer el siguiente, un abrazo