Su acción bajo mando del general Pavia,  puso fin a la República de Salmerón, Castelar Francisco Pi y Margall y Estanislao Figueras.

Una República que duró solo 11 meses y que tuvo cuatro presidentes. Durante ese periodo, la nación estuvo a punto de irse al fondo de los mares debido a los defensores del federalismo y el inmovilismo de los de siempre. La República nació un 11 de febrero de 1873 tras las sangrientas guerras carlistas y el breve reinado de un rey, Amadeo de Saboya, al que no le dejaron reinar.

El primer presidente de la nueva y fragante República española fue Estanislao Figueras Moragas, abogado barcelonés y federalista que solo desempeñó el cargo entre febrero y junio de 1873. El parlamento que encontró este político estaba muy fragmentado y solían regirse más por los interesa particulares que por los de la nación.

Tuvo muchas dificultades para llevar al país por la línea del progreso y sufrió diversas crisis gubernamentales y un intento de golpe de Estado el 23 de abril de 1874  estuvo encabezado por el general Manuel Pavía. El presidente de la República, abandonó el país dimitiendo apenas sin decir nada a nadie. Antes de dimitir en una sesión del Consejo de Ministros, espetó al resto: “Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: ¡estoy hasta los cojones de todos nosotros!”

Le sustituyó otro barcelonés:  Don Francisco Pi y Margall, el que fue ministro  de la Gobernación, y cuyo lema era” Orden y gobierno”, propósitos que quedarían frustrados tras perder la confianza de los intransigentes, verse obligado a pactar con la derecha, sufrir el revés militar frente a los carlistas en Alpens y asistir a varios levantamientos cantonales  como los de Málaga, Alcoy, Cartagena y Sevilla. La prensa decía de él: “Un patriarca con gorro frigio / que adora el pacto liberal; / tiene talento, tiene prestigio, / habla y escribe que es un prodigio, / pero gobierna bastante mal”

La tercera guerra carlista fue una guerra civil desarrollada en España entre 1872 y 1876, entre los partidarios de Carlos, duque de Madrid, pretendiente carlista al trono, y los gobiernos de Amadeo I, de la I República y de Alfonso XII. Antiguamente fue conocida por la historiografía española como «segunda guerra civil» y algunos historiadores contemporáneos como Jordi Canal la denominan «segunda guerra carlista»,​ negando este nombre a la Guerra de los Matiners.

Un 18de julio del mismo año, dejó la presidencia en manos de Don Nicolás Salmerón . El lema del nuevo gobierno de Salmerón fue el «imperio de la ley», lo que suponía que para salvar la República y las instituciones liberales había que acabar con carlistas y cantonales. Este almeriense de Alhama la Seca, su idea era la de unir y sosegar el país mediante la unión de centristas y conservadores.  A raíz de esto, los sectores cantonistas de Valencia, Sevilla y Cádiz tomaron mucha fuerza dejando al país casi en una nueva guerra civil que acabó cuando el cantón de Cartagena perdió una batalla en Chinchilla

Salmerón dejó, un 7 de septiembre, el gobierno porque se negó a firmar unas codenas a muerte. Algunos historiadores especulan con que su dimisión se debió a un conflicto interno en el seno de su partido, pues uno de sus miembros, Eduardo Palanca, se oponía por motivos personales a que el ejército tomara por asalto el cantón de Málaga, un asalto que el general Pavía no quería posponer más, so amenaza de dimitir. Ante la disyuntiva de enfrentarse a Palanca o a Pavía, el presidente habría optado por dimitir.

El gaditano Emilio Castelar fue el encargado de tomar las llaves de la gobernación dando un giro hacia la derecha al tiempo que intentaba mantener la unión de los republicanos. Emilio, desde siempre fue un defenso de la República en los diversos gobiernos que formó parte desde los de la reina Isabel II, pasando por el Gobierno provisional de Prim y a la monarquía de Amadeo I. Fue uno de los principales líderes de los republicanos.

Los poderes extraordinarios que obtuvo Castelar le permitieron gobernar por decreto, facultad que utilizó inmediatamente para reorganizar el cuerpo de artillería disuelto hacía unos meses al final del reinado de Amadeo I, llamar a los reservistas y convocar una nueva leva con lo que consiguió un ejército de 200 000 hombres, y el lanzamiento de un empréstito de 100 millones de pesetas para hacer frente a los gastos de guerra.

Castelar logró restablecer el orden a base de una política represiva y sujetar al enemigo carlista, en cambio, no pudo sofocar al Cantón de Cartagena ni tampoco atesorar apoyos firmes en las Cortes. La inestabilidad del país era latente y más cuando el resurgimiento de los cantones se hacía más evidente empujado por otro lado con la monarquía borbónica. Y para terminar de arreglarlo, la República firmó un acuerdo con el Vaticano para proveer obispados vacantes que causó la indignación entre las filas de la izquierda.

El 21 de septiembre suspendió las garantías constitucionales establecidas en 1869 y decretó la censura en la prensa. En Cuba intentó ampliar a la isla el sistema de gobierno de la península, eliminando el poder omnímodo del capitán general y racionalizando el sistema de justicia, homologándolo al de la metrópoli. Sin embargo, la presión de la Liga Nacional de hacendados y propietarios esclavistas presionó para que las reformas se aplazasen. La influencia de estas oligarquías, tanto en España como en Cuba, era grande incluso dentro del Ejército y la debilidad del Gobierno impedía tomar medidas más contundentes.

Durante cerca de un año, el cantón de Cartagena mantuvo una guerra con el Estado.

El hecho de que Castelar se apoyara en militares claramente monárquicos como Arsenio Martínez Campos, Joaquín Jovellar, López Domínguez y Pavía para aplastar a los cantonalistas, carlistas e independentistas cubanos lo enfrentó a antiguos compañeros como Salmerón, que pasó a liderar la oposición a Castelar como presidente del Congreso.

Tal era el encono entre unitarios y federales que de entre estos últimos surgió la frase ·Entre una República que no sea federal y la monarquía, preferimos la monarquía”. Y cuando algunos diputados se acercaron a Salmerón para convencerle de su bloqueo al gobierno, el “filósofo sin realidad” les contestó: “Sálvense los principios y perezca la República”

Numeroso republicanos constitucionalistas y algunos radicales accedieron a que el general Pavía diera un golpe de Estado si Castelar no obtenía la confianza del Congreso. Y no la obtuvo. En la madrugada del 3 de enero de 1874, Salmerón llegaba hasta la tribuna para anunciar que Pavía ordenaba desalojar el edificio lo antes posible. De repente, todo se volvieron vivas a la República y llamadas a la unidad. Ya era demasiado tarde.

No serían las del alba cuando un coronel de la Guardia Civil de apellido Iglesias entró por la puerta izquierda del hemiciclo y tras unos disparos al techo, ordenó con una buena cortesía, el abandono del local. Fuera, Pavía esperaba a lomos de un caballo

Y preguntando a los congresistas que salían por la ventana para escapar: «Pero señores, ¿por qué saltar por las ventanas cuando pueden salir por la puerta?».

El general Pavía nada más desalojar el Congreso envió un telegrama a los jefes militares de toda España en el que les pedía su apoyo al golpe, que Pavía llamaba “mi patriótica misión”, “conservando el orden a todo trance”. En el telegrama justificaba así lo que más tarde llamará “el acto del 3 de enero”

El ministerio de Castelar… iba a ser sustituido por los que basan su política en la desorganización del ejército y en la destrucción de la patria. En nombre, pues, de la salvación del ejército, de la libertad y de la patria he ocupado el Congreso convocando a los representantes de todos los partidos, exceptuando los cantonales y los carlistas para que formen un gobierno nacional que salve tan caros objetivos

Y con este acto se puso fin a la I República, episodio que concluiría el 13 de enero cuando los últimos cantonistas, embarcaron en la fragata blindada Numancia con rumbo a Orán.

Liquidada así la Primera República, el pronunciamiento de Martínez Campos (diciembre de 1874) vino a restablecer la monarquía, proclamando rey a Alfonso XII.

Furentes:

 Rolandi Sánchez-Solís, Manuel (2009). El republicanismo y el federalismo español del siglo XIX: la búsqueda de un nuevo orden político y social al servicio de los ciudadanos. Centro de Investigación y Estudios Republicanos. p. 204. ISBN 9788461294497.

Vicente Palacio Attard “La España del siglo XIX. 1808 – 1898”

Guerrero Latorre, Pérez Garzón y Rueda Hernanz, 2004, p. 420.

Alfa y Omega, núm 478-2005

Canal, Jordi (2017). Guerras civiles: Una clave para entender la Europa de los siglos XIX y XX. Casa de Velázquez. p. 32.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *