CAMINO DE SANTIAGO-PORTUGUÉS (I Etapa)

Las aguas del murmulloso Miño, besan las verdes riberas a su paso por Tui, la capital del sur de Pontevedra. Española por capricho de alguien que decidió trazar frontera marcando su historia condenándola a ser eterna vigilante. Las calles comparten los ecos del río formando diálogos entre nosotros y sus viejas piedras, y así van sonando los versos del poeta Manuel Rivas:
DÍAS DE BAIXO MIÑO
Tú eras el niño.
La naranja era tuya
y el limón que ardía como amo desde el principio.
Eres las canicovas de la ciudad de la luna
y las guedellas de la niebla
del caballo desde los bordes.
Así es como miramos los osarios del bosque
Rio abajo,
la sombra salvaje de las ballenas soñadas
en barcaza de humo.
Así es como nuestros valientes pasos
cubrieron toda la tierra del mirlo
y la dulce corriente de su discurso.
Así es como los ecos de la ceniza
el sol enfermo del día de los fugitivos,
tenía cuerpos exuberantes
que hedraban además en el altar de los mares.
En la vieja ley,
todo vale, todo se pudre.
La media luna duerme y la apuñala.
El río baja tranquilo, loco.
Y nosotros, de la mano, niños
genial, reyes, vencidos.
En “De lo desconocido a lo desconocido. Trabajo poético (1980-2003) “. Greater Spiral, 2003. El poema está incluido en “Baladas en las playas del oeste” (1985).
FUSILAMIENTO DE CRUCES
Cuando uno cruza este puente romano nota bajo sus pies todo el paso del tiempo. El puente es mágico, todo un superviviente de la historia con grandes embates grabados en sus piedras por las crecidas del río y que hoy sigue luchando como si de un caballero medieval se tratara, para abrirse un hueco en nuestras conciencias y busca su sitio en una sociedad en la que impera más el trabajo rápido y sin contemplaciones que el artesanal y artístico.
Que el señor proteja al peregrino en este trozo de cielo. Un lienzo que esconde un camino sereno. El pequeño espacio de vida que habita una construcción horizontal efímera, porción lineal de tierra y piedras. Suelo que ha aprendido a restar el dolor del caminante.
No cuentan los días ni las horas en la senda concurrida. Un camino en ocasiones muy torcido, guía de viajeros y equipajes casi vacíos. Las flechas paralelas al polvo de la vereda, no dan marcha atrás, quieren sumar una letra a otras tantas hurtadas al descuido del abecedario. Signos legibles que pertenecen a los nombres de los peregrinos.
Olor a aguas del río Louro, tierra, huertas. Conceptos, nexos que lanzan hilos de piedras cuadrangulares en forma de calzadas que unen pueblos, que enseñan lenguas muertas, y muestran costumbres ancestrales. El ponte da Veiga se abre camino desde la eternidad.
Un viaje al pasado, caminar, los pies percuten sobre los retales de la vía romana XIX. Al ver sonidos, y escuchar los colores que hablan de ciudades, los viajeros pueden imaginar, Bracara Augusta (Braga), Ponte de Lima, Tude (Tui), Turoqua (Pontevedra), Aquis Celenis (Caldas de Reyes), Iria Flavia, Martiae (Marzán), Lucus Augusti (Lugo) y Asturica Augusta (Astorga).
Los pensamientos vuelven al presente en la pequeña localidad de A Picoña. Mil zancudas zancadas hasta una capilla, la Virgen del Camino. Un bosque, el río San Simón y San Telmo. Antigua leyenda de muerte, de obligado cumplimiento para ser santo.
El bien y el mal, la belleza y la fealdad, una transición transitada, espacio de un camino de Santiago borrado, depravado y territorial. Polígono industrial que devora la soledad buscada, que devuelve una multitud ingente de humos de inhalación forzada.
O Porriño está situado en el valle de Louriña y lo atraviesa el río Louro. Hace ya años, ya enterrados en la historia, que tuvo un rey Ghrovary el Pueril, un joven de 17 años que lideró una revuelta popular antes de que esta verde tierra fuese pisada por las centurias romanas de Vespasiano. Desde entonces a los ciudadanos de esta villa se les pasó a llamar Hijos de Puerīlis.
Cinco cruces han muerto, en la primera etapa del camino de Santiago portugués desde Tui hasta Mos.