Mi curra es (como dijo una vez mi hija con cuatro años): “una perra palleira”. Es un perro que sigue estando ahí… por descubrir.
La encontré hace años al regresar de uno de mis viajes conquenses. Estaba fría, encogida bajo un container de basura de los que hay en mi pueblo, en mi Petrer. Sin saber cómo, descubrí que aquello me pertenecía; que iba a ser mio y yo suyo.
Le conseguí una madrina: Almudena Mestre, un primo: Antonio Navarro, hasta una tía: Laura Guarinos y un abuelo: Pepe. La Curra a todos los conoce por su nombre, a todos los quiere. Tiene también una “hermana pequeña” (se llevan un año) llamada Wanda, gemelas, cuesta saber quien es quien, sobre todo si las miras a la cara.
Es solo una perra, pero es mi amiga, un amanecer que juega como si fuese el primer día y me hace sentir algo, me hace superar la enemistad del tiempo perdido descubriendo rincones que desconocía entre calles, plazas, parques, pinos y ramblas.
¡¡Qué decir de lo leído!! ¡Qué pensar de lo que dices y quieres decir! Te envidio Luis, que gran sensación de bienestar provocas. Curra, a la que tengo el placer de conocer, también te admira, aunque a veces te contempla como diciendo: ¡Lo que tiene una que aguantar! Un abrazo.