Volvió Don Quijote,
con sus sueños de amores,
de cadenas cercenadas
Se colocó al frente
de los oprimidos
y sin bajar de Rocinante,
intentó hablar de sus pensares
con los antidisturbios.
A Sancho Panza se le oyó gritar
–¡Mi Señor,que no son gigantes.
que son molinos!
Cuando en un momento de furor
cargó Don Quijote al galope
contra una muralla de escudos.
Cayó al suelo D. Quijote,
y dolorido, todos lo vieron
volver a levantarse,
erguirse, sin una queja, mudo,
y volver a subir al caballo.
–¡Sancho tráeme la lanza
que están casi vencidos!
–¡Mi Señor que no son gigantes
que son molinos!
¡Que aunque lleven tapada la cara
y vayan tan raros vestidos,
le digo que no son hombres muy grandes,
mire bien, cese en su desatino!
Don Quijote ya montado en su rocín
le dijo a su fiel escudero Sancho.
–¡Mi buen y querido amigo
estás hechizado sin duda!
¿Bajo que cielo lleno de nubes,
se ha visto jamás de los jamases,
que los molinos se pinten azules?
¡Por Dios que estás bajo un encanto!
¿No ves sus caras de hierro,
y cristal invisible?
¿Cuándo nadie viera
que los molinos se armen con palos?
¿No ves el humo, de su aliento envenenao?
Cargó de nuevo contra
la muralla de escudos
y de nuevo cayó del caballo.
Esta vez ya no pudo levantarse,
quedó desmadejado en tierra,
con el cuerpo como roto
y el cerebro desmayado.
Volvió de nuevo al mundo
al escuchar como de lejos,
los gritos de su amigo Sancho.
–¡Mi Señor esta vez a vencido,
lo que eran en verdad gigantes han huido!
Los persigue la multitud
que nos seguía, de villanos.
Al verle caer esta vez
han saltado rabiosos todos a una,
contra los falsos molinos azules
maldiciendo algo de estar indignados!
Que nadie lo cuente a nadie,
por una vez, Don Quijote había triunfado.