Madre, esposa, amantes, hermanas y musas. Cervantes siempre se rodeó de grandes mujeres, este hombre nunca quiso dar a ver que era cristiano nuevo y descendiente (por ambas ramas) de una judería de Rivadavia en Orense . Siempre quiso ser cristiano viejo renegando en todo momento el estar contaminado, ni se mudéjar ni marrana alguna ( Es lo que dice Américo Castro, mientras que Sánchez Albornof niega contundentemente la ascendencia judia de Cervantes. En camnbio César Vidal, Luis Astrana Marín y Ángel Valbuena Prats, entre otros, se inclinan por la cristiandad vieja de Cervantes.
¿Cervantes fue un machista? No, pese a muchos de sus detractores. Cervantes no fue machista como así lo demuestra a lo largo de sus obras. Tuvo muchas mujeres a su alrededor (algo de pendenciero tenía), pero siempre las trató con todo el respeto merecido dándoles libertad de pensamiento y obras, que muchos hombres, de estos tiempos que nos rodean, quisieran emular a tan magno literato.
La actitud de Cervantes ante las mujeres era muy avanzada, sobre todo cuando sus escritores contemporáneos, Lope,Tirso, Shakespeare, Quevedo, el Brocense, etc. daban a entender que la mujer era un ser de segundo orden.
Si que es cierto que deja entender que algunos de sus personajes femeninos eran totalmente incultas, desconocían del todo la lectura y mucho menos la escritura, sea como ejemplo: Aldonza, Teresa Panza o la Maritones. Ahora bien, La mujer cervantina tiene autoestima a pesar de su rol social, véase el echo de Marcela con su famoso grito: “Yo nací libre”. Un grito con más de cuatrocientos años de antigüedad que denotaba que se podía vivir soltera, casada o de cualquier condición que la vida entendiera.
Cervantes en su juventud, tuvo que ser buen galán y bien parecido. Tenía una buena formación jesuítica pero sin formación académica universitaria. En 1568, Cervantes escapa de con primura de Madrid, esta apresurada huida es debida un lance que tuvo con Antonio Sigura, “andante en corte o paseante en corte o albañil iletrado” y que posiblemente fuese por un asunto de amoríos de sangre caliente o por la “puntillo de la honra” de la cervantina Andrea. Hay un documento que dice:
…en Rebeldía contra un myguel de Çerbantes, absente, sobre Razon de haber dado çiertas heridas en esta corte A Antonio de Sigura, andante en esta corte, sobre lo cual El dicho miguel de Çerbantes, por los dichos nuestros alcaldes fue condenado A que con berguença publica le fuese cortada la mano derecha y en destierro de nuestros Reynos por tiempo de diez años y en otras penas contenidas en la dicha sentencia.
El caso es que Cervantes, con sus 21 años y en pleno “vigor” de su juventud, tuvo que salir pitando con rumbo a Italia. Nápoles, Messina, Trápani y Palermo, ciudades que soportaron las pisadas de nuestro aventurero y en 1575 tiene un hijo en Nápoles llamado Promontorio hijo de una “señora de Nápoles” a la que Cervantes le da el nombre poético de Silena. En el capítulo octavo de “Viaje del Parnaso” describe a Promontorio. Lo único que se sabe de él es que vive y que ejerce de soldado.. Así lo describe su pluma: “Llegáse, en esto, a mí, disimulado/ un mi amigo, llamado Promontorio,/ mancebo en días, pero gran soldado/. Creció la admiración, viendo notorio/ y palpable que en Nápoles estaba/ espanto a los pasados acesorio/ Mi amigo tiernamente me abrazaba,/ y con tenerme entre sus brazos, dijo/ que del estar yo allí mucho dudaba./ Llamóme padre, y yo llaméle hijo/: quedó con esto la verdad en punto/ que aquí puede llamarse punto fijo/Díjome Promontorio: Yo barrunto,/ padre, que algún caso a vuestras canas/ las trae tan lejos, ya semidifunto.
Silena es la primera mujer que se le conoce que tuvo relaciones con el escritor. La segunda, se supone, que fue durante su cautiverio en Árgel. El Dominico Juan Blanco Paz, fue durante el cautiverio de Cervantes en Argel, el peor enemigo que este hombre pudo tener. Le descubrió en su cuarto intento de fuga, le acuso de hacer “cosas viciosas y feas, y demasiada cercanía a los musulmanes”. De haber tenido un amorío con Zahara, la hija de Hâjjî Mûrâd (Agi Morato), es decir, con la Zoraida del relato del capitán cautivo del primer Quijote.
Ya tenemos a la segunda mujer que se sepa
La tercera dama tuvo, que tengamos conocimiento, fue la madrileña Ana Franca de Rojas, tabernera de la calle Tudescos y casada con Alonso Rodriguez. Corría el otoño de 1584 cuando de resultados de los amoríos entre Cervantes y doña Ana, nació una niña llamada Isabel, único jalón en la descendencia del escritor.
En diciembre de 1584, se casó, después de un escueto noviazgo, con Doña Leonor de Cortinas, natural de Esquivias (Toledo).
Posiblemente estos versos fueron dedicados a Catalina, su mujer:
Dulcinea del Toboso, /del alma en la tabla rasa,/ te llevo pintada de moro/ que es imposible borrarla
Cervantes, acostumbrado a recorrer mundo, se le hacía pequeño Esquivias; él siempre ha sido “culo de mal asiento”. Este escritor de bagajes y experiencias, se lio la manta a la testa y se fue por tierras andaluzas para trabajar como recaudador de impuestos.
En esas andanzas, aparece una persona a la que Jean Canavaggio, describe en sus investigaciones como: Era una mujer fascinante. ¿Por qué aparece como una gota de agua en el océano que es su vida? Confianza entre ambos existía. Mucha”. Vivía en la calle Bayona, que comunicaba con las gradas de la mancebía. Era bizcochera. Fabricaba grandes cantidades para la armada”. Hablamos de Magdalena Enríquez. Era una experta en cobros. Viva, perspicaz, eficiente. “Se casó a los 11 años con un hombre junto al que tuvo siete hijos y al que años después describió como viejo y pequeño. Contrajo segundas nupcias con otro, Francisco Montesdeoca, también hábil para hacer dinero. Pero en ámbitos dispares. Además del pan, tenía navíos, boticas y un prostíbulo”, asegura el investigador.
Estas señoras mencionadas anteriormente, son aquellas con las cuales nuestro escritor tuvo relaciones sentimentales con ellas. Después están “las otras mujeres” :
La abuela paterna….Leonor Fernández de Torreblanca, seguramente cordobesa de nacimiento, esta mujer fue una heredera de saga de médicos. Se casó con el abuelo de Miguel, Juan de Cervantes
La abuela materna….Elvira de Cortinas, nacida en Arganda del Rey y posiblemente rica y casi desheredada por haber tenido una hija “natural” doña Leonor Cortinas, madre de Cervantes.
Su Madre Leonor de Cortinas, tuvo que tener una gran santa paciencia con su marido Rodrigo de Cervantes, médico éste que solo le dio quebraderos de cabeza y varios hijos, tres de los cuales fueron mujeres:
Andrea, Magdalena y Luisa.
Cervantes, asumió la vida liberal de sus hermanas con toda la dignidad del mundo y nunca puso ninguna traba al desarrollo de su actividad. Antes bien, contribuyó a ello, entendiendo que era su voluntad y que la voluntad de la mujer, como la del hombre, debe ser respetada. Esta actitud es la que veremos luego en algunos de sus personajes femeninos, cuya libertad está por encima de la voluntad de los hombres, e incluso de las llamadas “conveniencias sociales”.
Despues de ellas, está su hija Isabel. Su educación fue encomendada su educación a la hermana de Miguel, Magdalena:
“ha de enseñarla a hacer labor, a coser, darla de comer, beber, cama, camisa lavada, y hacerle buen tratamiento” (Pérez Pastor, 1: 135-37). Es palpable que el oficio de Cervantes como comisario del Rey Prudente para la Armada Invencible no le permitió ocuparse por la formación de su única hija.
Isabel, pasados unos años se casó con Diego Sanz del Águila, mantuvo relaciones extramatrimoniales con Juan de Urbina. A la postre, Cervantes fue abuelo de una nieta llamada Isabel Sanz que murió a los dos o tres años de su existencia.
La libertad que difundía Cervantes a lo largo de su vida y de su obra, puede verse en la opinión que tenía sobre el matrimonio (muy adelantada para su tiempo):
«En los reinos y en las repúblicas bien ordenadas, había de ser limitado el tiempo de los matrimonios, y de tres años se habían de deshacer, o confirmarse de nuevo, como cosa de arrendamiento, y no que hayan de durar toda la vida, con perpetuo dolor de entrambas partes».
«Se me entiende que se compadece con el sacramento de matrimonio el justo y debido deleite que los casados gozan, y que si él falta, cojea el matrimonio y desdice de su segunda intención del sacramento…>>
En su profusa obra literaria, la actitud de Miguel de Cervantes hacia la mujer es comprensiva y afectuosa, tolerante en aquellas ocasiones de transgresión de los rigurosos cánones de la época, como era en las relaciones extramatrimoniales, inconcebibles en su tiempo, como no fueran actos pecaminosos objeto de repudio privado y público, de anatema y condenación bajo el moralismo patriarcal de la Iglesia Católica. Así, Preciosa, la protagonista de La Gitanilla, dirá de sus jefes gitanos que tienen la prerrogativa de entregarla al mejor postor: -“Bien pueden entregarte mi cuerpo, pero no mi alma, que es libre y nació libre, y ha de ser libre cuando yo quisiere”-.
En El Quijote, Cervantes enaltece e idealiza la figura de Aldonza Lorenzo, la rústica campesina vuelta en su magín Dulcinea del Toboso, dotándola de belleza y nobles virtudes, a través de la mirada benevolente e imaginativa del Caballero de la Triste Figura, su personaje inmortal y alter ego.
Pero la figura femenina más importante de su creación es, sin duda, la pastora Marcela, a través de quien Cervantes entrega una suerte de alegoría de la actitud existencial de sus hermanas, Andrea y Magdalena. Marcela ofrece al lector un notable discurso donde insiste y reivindica su condición de mujer libre, lo que significa, en su época, entenderla como a una loca que ha extraviado su razón en el monte agreste, alejándose de esa obligación moral que la somete a la servidumbre patriarcal del matrimonio y a la maternidad continua y resignada. No obstante, Miguel ve en esa libertad ideal la liberación, aunque sólo sea literaria, de sus amadas hermanas.
Fuentes: 1.- Miguel de Cervantes. Colección Grandes biografías. IDEA< EQUIPO EDITORIAL. Ediciones rueda. J.M.S.A.
2.-Cervantes visto por un Historiador. Editorial ESPASA CALPE. Manuel Fernández Álvarez
3.-Las Vidas de Miguel de Cervantes. Ediciones FOLIO para ABC. Andres Trapiello