Natividad Cepeda

Hace un tiempo los tomelloseros tuvieron la suerte de que naciese esta gran poeta en su tierra, manchega hasta la cepa, Natividad Cepeda es un alma que está repleta de poesía.
Es miembro de la Academia de la Hispanidad. Colaboradora con la Real Academia de la Historia. Pertenece a la Asociación de Escritores de Castilla-La Mancha. De la Asociación Prometeo. de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles. Su vida entre libros es amplia y ha editado muchos de ellos.Y los premios son numerosos, entre ellos destaca el premio “Internacional Orden Literaria Francisco de Quevedo” y fue finalista en el Premio de Poesía Mística Fernando Rielo.
Su poesía
En las arcadas del otoño la nostalgia es hermana del crepúsculo dejando en el suntuoso muro de los días los estambres desmayados de las flores. Se otoña el corazón contemplado las hogueras del cielo en el pórtico que antecede al invierno. En su antesala palpitan leyendas y encuentros sobrepasando en la memoria fechas y lugares entre la decadencia de las hojas caídas por ciudades y campos. Su rumor es el reducto por donde regresan vivencias de amor. Sin las brasas del amor la vida carecería de hogueras.

YO CONOZCO UN AMOR DE NOSTALGIA.
Lo vi por vez primera una noche de luna
de febrero. Aún hacía frío, y por las nubes
lejanas viajaba la flor de los almendros
pariendo con sus pétalos rosados, montes
en los perfiles de la aurora.
Nos miramos
igual que las estrellas se miran en el mar,
lo mismo que los álamos se miran en el río,
igual que la lluvia se mira en el ventanal
de las vidrieras, o como los niños se miran
en los charcos que dejó la tormenta.
Nos vimos,
y después de mirarnos, proseguimos,
sin volver ninguno de los dos la cabeza.
Cada cual a lo suyo. La luz caía inmaculada
sobre la carretera y los campos. El aire, pasajero
del mundo, besaba la frente de la tierra.
Y lo volví a encontrar, cayéndole el aroma de la flor
del almendro por sus manos morenas.
Y se perdió en la tarde.
Ardía la leña
en el fuego, las brasas me hicieron recordarlo.
Eran sus ojos, apresurados y ardientes
lo que el fuego tenía. Y salí a la calle a sentir
la infinita tristeza de la nieve, a ver los nacimientos
de barro tiritando, a perderme en las calles
por si volvía a estremecerme con su encuentro.
Encontrarlo me seducía igual que una canción
de medianoche.
La gente bajaba
corriendo porque el viento del norte llegaba por plazas
y rincones. Al azar entré en la Cafetería de las Flores.
Detrás de sus cristales destilaban rocío los capullos
de almendro. Me quedé mirando la vidriera empañada
y recordé febrero…
Se quebraba el frío
en los muros helados cuando sentí dos brasas
quemándome la cara. Y se sentó a mi lado
como ave que descansa de una gran travesía.
Fue absoluta la huella de su beso.
Se marchó con la noche
dejándome su ausencia, una nostalgia eterna.
Premio de Poemas de Amor de Conil (Cádiz) Febrero de 2002
Última tarde de diciembre en tomelloso
Se han dormido los pequeños jilgueros
en las ramas con un beso de luna
entre sus plumas cuando apenas
quedan horas del año que se marcha.
Quedaron tantos sueños inconclusos
que en el corazón quedó nostalgia
y un halo de tristeza por las calles.
Esta última noche bendeciremos
las viandas que hay sobre la mesa
y volveremos a pedir a Dios
por los hambrientos de amor
y de trabajo no encontrado…
Y ojalá
que la porción de amor que nos anida
en el alma sin pudrirse,
amanezca con el nuevo año confiada
con el mismo temblor de las ramas
del árbol que acoge el sueño de los pájaros.
Ojalá que volemos con la luna
y soñemos a pesar de lo incierto.
Inmemorian por Peshawar
Llora el silencio.
Buceo en la sangre de la inocencia
que han masacrado.
La luz se quiebra por el follaje
de Peshawar: tiembla la vida
entre los libros ensangrentados.
Salta la muerte por las paredes.
Orgía de horror.
Zurzo mi alma con los preceptos
de los cristianos y los budistas,
con mi rechazo a los violentos
y mi respeto para los muertos…
¿y mi perdón?
Callan los bosques…
Calla mi voz.
Manual de sombras en Pakistan;
inmemorian por todos ellos.
No hay frontera para el llanto.
Para gemir soy raíz de árbol,
tierra, para la sangre del inocente

ENTRE PLIEGUES DE SÁBANAS.
Cuánto tiempo ha nacido entre mis ojos.
Lentamente los siglos se suceden.
Pasan, como pasan las nubes en busca
de los mares dejando su legado de lluvia
por la tierra. A su paso se deshizo
la greda de mi cuerpo en la senda desnuda
de mi vasto paisaje. Todo ha sido mitad
sueños y mitad terracota ávida de misterio.
Busqué el silencio que precede a la tormenta,
con la luz del relámpago en mi carne de estrellas,
y en el majestuoso ruido del trueno me perdí
por donde los dioses predicen el destino.
Duermo, y toda oscuridad desaparece en el arca
que se desliza por la luz. En esa arca navego
hasta la eternidad guiada por la voz
que me nombra. Vuela la voz como pájaro
saludando el amanecer; tiene sonidos de raíz
primigenia en el umbral desnudo de la tierra.
Me llama repitiendo mi nombre y cada sílaba
es mi canción. Duermo, y vuelve la voz que me llama.
Llega con la paz necesaria para borrar mis miedos.
Me libera rompiendo las amarras tercamente
guardadas. Después de muchos desengaños
duermo en silencio navegando en libertad.
Los remos de mi barca están hechos de sol
y viento de ellos nacen fuentes y ríos en el zaguán
de la mañana. Veo alejarse a la noche elevando
sus anclas luminosas la aurora, cuando desciende
el sol quitando orfandad a las sombras por laderas
de arbustos y frutales con su fuego.
Quien no ve la belleza que nos rodea ignora
la belleza del alma. Por los caminos del cielo
quedan estrellas indomables desoyendo
el mandato de marcharse a dormir.
Las miro y en ellas veo los puentes de tus ojos
envolviéndome en tu mirada al despertar.
Entre mis brazos quedas, con los primeros
besos volátiles del sol entre nosotros: virginales
las rosas escarlatas de la alborada se deshojan
por ventanales y caminos. El aire de tu aliento
me dibuja a la luna entre pliegues de sabanas.
Cuanto tiempo amor, percibiendo el heraldo
de tu voz en mi bosque anegado de placeres.
Cuanto tiempo arraigada en ti. Así quiero vivir envuelta
en tu cariño. Así desfallecer, cuando no sea luminaria
en los brazos del hombre que me ama. Solo contigo
he sido vasija modelada de caricias y de besos.
PLEGARIA DE LA AUSENCIA.
“Adéntrate si quieres
hasta lo más profundo de mi casa”
Arteaga.
Digo amor:
y digo flotación de los sentidos
de turbador desgarro
y belleza infinita que me envuelve.
Existo porque me veo reflejada en tu mirada
y amarte es la revelación de lo sagrado
en el silencio de la noche.
Lo urgente es sentirte, y sentirme,
ser melodía en las laderas de tus labios
y terrón de azúcar en el lagar de tu mosto.
Bajo tu arquitectura soy una cruz del sur
que jamás retrocede y a quien nadie derrota.
Por ti soy un río que busca el horizonte
alrededor de tus montañas,
explosión de luz que ilumina los templos olvidados.
Soy patrimonio
de la alborada incendiando la cresta
de los cielos por donde nacen las horas.
Y caben en nosotros el aliento del alba
y el otero por donde muere el sol.
Emigro desnuda y en silencio
para sentir tu aroma deslizarse suave por mis senos.
Eres roce presentido
de encuentro sobre la hoguera de la tarde.
Porque tus labios son mis parras,
mi vino fermentado por donde se despereza
la belleza del encuentro en vendimia.
Eres mi paisaje
y la tierra labrada que aguarda la simiente
sobre el aliento místico que ora esperando el sol.
Eres el rumor de la tarde que recoge el vuelo de la noche.
Digo ausencia:
y escribo esta mañana gris
mientras veo refugiarse a los gorriones
en los huecos de las tejas.
Me disperso con ellos y cruzo con mi rumor
de pisadas y mi silencio de tristeza
entre el ropaje de tu imagen.
Digo tiempo:
y toda mi realidad se altera.
Gira mi corazón con todas sus cicatrices
empapadas de muchedumbre
y me asombra escribir de nosotros a la orilla
de las horas perdidas en el remoto espacio del olvido.
Digo silencio:
y mis labios esconden entre ellos
las huellas de tus besos. Guardan su inquietud
y su sed mientras se adormece el frío
en la dulzura tibia de tu pecho.
Digo espera:
y al cabo de mucho esperar
se me rompen las horas por el acantilado
de los meses. Y no vuelves.
Debiera guardar en el recuerdo las alas del corazón
plegadas y dejar de ser azul y confiada.
Debiera ser tan sólo espiga que espera al segador
y no amapola mecida por el viento en la soledad de los campos.
Digo noche:
y se me escapa furtiva la luna
detrás de un burdel de carretera.
Las ventanas se cierran y nadie ve
a los traficantes de la noche comerciar con la vida.
Digo soledad:
y tiemblo porque la noche acoge en su envoltura
la paz y la discordia. Acoge al amor
y también el olvido, la traición y la infamia.
Y hasta mi amor se extravía en el desván de la incertidumbre.
Digo sueño:
y un ángel vela el sueño de los niños.
Y busco los hijos que no hemos tenido
y me asomo a mi vientre de mujer y lo veo vacío,
y aturdida suben por mis pupilas los niños nacidos del amor,
y aquellos otros que no importan a nadie.
Niños caídos en desgracia,
prostituidos en las calles con la mirada oscura.
Niños sin ángeles custodios
que militan en los grupos armados.
Niños sin amor,
despedazados por buitres sin alas.
Niños sin estrella,
sin gritos, sin risa y sin futuro.
Digo invocación:
y todo cabe en la matriz
donde se funde la vida.
Sin proponérmelo me conmueve el gozo y el dolor
de esos puntos cardinales del mundo.
Tan distantes.
Y entonces llegas tú desde los soportales de la melancolía
con tu transparencia de viajero en el lagar oscuro de mi sangre.
Llegas y me habitas de conciencia cósmica el santuario de mi piel.
La noche me embriaga con un aria
y escapo de morir porque vuelvo a soñarte.
Y te llamo para poder albergarme en tus ojos.
Y te espera ésta mujer que una vez habitaste
en esta casa que es un nido vacío
Digo tu nombre:
junto al rescoldo que me dejó tu ausencia,
fiel a mí misma, sin dispersión, y como ave fénix
resurjo de mis cenizas porque todavía sigo creyendo en ti.
Creer, como el almendro espera florecer en febrero.
Creer en las horas gastadas.
Creer, porque no hay demasiada vida
ni demasiada muerte para dejar de amar.
Y te siento en mi piel,
bancarrota de imágenes.
También en las adelfas de la ciudad
mojadas por la lluvia
salpicadas de sueños
que vagan por los patios sin recato.
Amor, arrebato de vida, eres mi punto de partida,
mis males sin remedio,
ese territorio que no tiene fronteras…,
pero a pesar de todo,
quiero que seas mi elegía cuando te diga adiós.
Poema Finalista IV Certamen de Poesía “Noches del Baratillo” Sevilla 2007
Etiquetado poetas españoles
Sensacional poeta. Muchas gracias. Natividas
Enhorabuena por tu por tu poesía. Llenas cualquier vacío del alma.