JOSÉ ENRIQUE RODÓ SU PENSAMIENTO CONTINÚA VIGENTE, por Washington Daniel Gorosito Pérez
“La civilización de un pueblo adquiere su carácter, no de las manifestaciones de su prosperidad o de su grandeza material, sino de las superiores maneras de pensar y de sentir que dentro de ella son posibles”.
José Enrique Rodó
Montevideo-Uruguay-1871- Palermo-Italia- 1917
José Enrique Rodó fue autodidacta por excelencia, su madurez intelectual es casi simultánea con su aparición en el mundo de las letras. Crítico por 1894, es también poeta accidental y periodista, para lograr la cúspide como ensayista con “Ariel” en el 1900.
Rodó vivió su doble calidad de pensador y hombre. Su obra no es una trama ficticia, sino la verdad de Rodó frente a la vida, frente a la razón de la existencia humana, cuyo sentido trata de desentrañar, indicando, por fin, a través de Ariel un sendero a seguir, por el cual fue el primero en transitar predicando con su ejemplo.
En la producción literaria de Rodó podemos destacar varios aspectos. Fundamental su concepción vital, su concepción de existencia. La obtiene oponiendo el idealismo al utilitarismo. Rodó siempre estuvo alienado en el idealismo, de allí hizo un firme llamado al mantenimiento de la integridad del ser humano. Lucha por el triunfo del espíritu, de la razón, del sentimiento de lo estético, lo bello, del equilibrio sobre el instinto, la materia, el sensualismo y la torpeza.
Enfrenta sí, a dos imágenes personificadas en Ariel, a quien invoca como su númen y Calibán, a quien representa el objeto de sus más severas críticas. Los caminos dibujados por Rodó son imborrables, pues, tienen su base en lo más profundo de nuestro yo.
Para el escritor uruguayo, el ideal de moralidad humana resultaría de la conjugación de los principios de la caridad cristiana dentro de los moldes de la cultura griega de la cual se declaraba un gran admirador. En su opinión el Cristianismo es un cuadro de juventud del alma, de gracia y de candor y Grecia es la encumbrada realizadora porque tuvo la juventud, la alegría y el entusiasmo.
Y de esa manera surgió el arte, la investigación, la filosofía, la conciencia de la dignidad humana. Lo imperecedero de Atenas es que fundó, según Rodó, su concepción de la vida en el concierto de todas las facultades humanas. Es que el escritor aspiraba a que los individuos desarrollaran la totalidad de su ser y no un solo aspecto del mismo. Cada uno debe ser un ejemplar no mutilado de la humanidad en el que ninguna noble facultad del espíritu quede descartada.
Al hacer una evaluación de todos lo elementos superiores de la existencia racional considera el sentimiento de lo bello, la visión clara de la hermosura de las cosas, el que más fácilmente marchita la aridez de la vida. La criatura humana será plenamente buena cuando sepa al manifestar su virtud respetar el sentimiento de lo hermoso, aliado del sentido común y del moral, así como de la dignidad de las costumbres.
Otro elemento clave en su obra es la concepción de Democracia, la cual admite como un hecho ineludible, soporte junto a la ciencia de la civilización, esta se basará en dos principios: igualdad, en cuanto a que todos tengan las mismas posibilidades para alcanzar similares metas y selección en cuanto a que dicha igualdad no vaya en perjuicio de la distinción que merecen aquellos que, por sus talentos y virtudes, sus relevantes condiciones morales e intelectuales deben ocupar un lugar preponderante dentro del ámbito social. La democracia tendría que consagrar la jerarquía emanando de la libertad. Su valor dependerá de las superiores maneras de pensar y de sentir que dentro de ella son posibles y no de su exclusiva prosperidad o grandeza material.
Por otro lado Rodó es un escritor que se define, es decir no adopta posiciones intermedias. Entre el idealismo y el utilitarismo se vuelca abiertamente por el primero, sin buscar un compendio de cualidades eventualmente positivas de ambas concepciones vitales. No reconoce la más mínima consideración al materialismo, luchando sólo por la conducta desinteresada, la espiritualidad de la civilización y la convocatoria a una existencia superior.