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La historia un día fue presente, y la tradición un día fue novedad. Así, hace más de dos siglos, se comenzaron a celebrar procesiones en Balmaseda, villa situada en la provincia de Vizcaya, que con el paso de los años, gracias al fervor y a la labor de cientos de lugareños, se ha convertido, con un promedio aproximado de unos cincuenta mil visitantes por año, en referencia en el País Vasco en cuanto a la celebración de la Semana Santa se refiere.

Desde 1771, primer año en que queda constancia de una partida de los presupuestos municipales  para gastos de las procesiones, hasta el día de hoy, las representaciones han ido evolucionando y añadiendo nuevos ingredientes que mantienen  vivo el espíritu de los participantes en este gran evento;  y es que dos siglos dan mucho de sí. Del análisis de la documentación que a lo largo de la historia se ha conservado, se puede observar la expresada evolución, partiendo de unas simples procesiones a las que se van sumando personajes como los romanos en 1865 o la Virgen en 1957, pasos, o representaciones de hechos cruciales como el juicio de Pilato en 1935 o la crucifixión en 1963, que derivan en todo un elenco de actuaciones que dotan de un gran realismo a la recreación anual de este hecho histórico.

La representación de los últimos momentos de la vida de Jesús constituyen el núcleo en torno al que giran los distintos actos que tienen lugar durante la Semana Santa balmasedana, que comienza en la tarde del Jueves Santo con la procesión que arranca desde la céntrica plaza de San Severino para recorrer varias de las calles de la localidad. Los pasos son acompañados por romanos y penitentes que van incorporándose a su marcha, y por la música que ofrece la Coral Kolitza y la banda Azkoaga. De vuelta en la plaza de origen, tiene lugar uno de los actos más emblemáticos: la representación de las escenas del Concilio de los Sacerdotes, la Última Cena, la Oración en el Huerto de los Olivos, el Procedimiento de Jesús y finalmente, el juicio de Jesús llevado a cabo por los sacerdotes encabezados por Caifás, que clausura la jornada a la espera de la llegada de un nuevo día que nos ofrecerá la continuación de la tragedia conmemorada.

Última Cena

Así, en la mañana del viernes, en el Campo de las Monjas, donde se encuentra un antiguo convento de Clarisas, y de nuevo con el acompañamiento de la Coral Kolitza interpretando antiguas canciones balmasedanas relacionadas con la Pasión, tendrá lugar el juicio de Jesús ante Poncio Pilato, en el que es condenado y cargado por la cruz, iniciándose el Vía Crucis. Este acto, reservado a aquellos que hayan adquirido la correspondiente entrada, finaliza con la primera caída de Jesuscristo y su emotivo encuentro con María Magdalena y la Virgen María.

Así da comienzo el Vía Crucis, que se desarrolla por el casco histórico de Balmaseda y recoge diferentes actos, como la segunda y la tercera caída, el encuentro con la Verónica y el encuentro con las mujeres piadosas de Jerusalén. Finaliza el Vía Crucis con la Crucifixión, acto cargado de dramatismo, tras el que se produce la expiración de Jesucristo y su traslado al sepulcro.

Además de la Pasión Viviente, que constituye el eje central de la conmemoración, otras procesiones contribuyen a la creación de ese ambiente de tristeza y recogimiento logrado, como son la procesión del Entierro y la procesión del Silencio, siendo ésta no tan conocida, pero una de las más especiales, gracias a la atmósfera creada por un silencio absoluto y los cientos de velas encendidas portadas por gran parte de los asistentes.

De esta forma finaliza el Vía Crucis, dirigido por la Asociación Vía Crucis de Balmaseda, que durante el año moviliza a más de medio centenar de personas a participar en el acto tradicional más importante de esta villa. El esfuerzo y el tiempo dedicado se ve recompensado cada año con el éxito de las representaciones y con el orgullo de saber, que gracias a su labor, el legado de sus antepasados está a salvo del olvido.

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