La autocompasión, el mirarnos hacia dentro con respecto a este sentimiento, se refiere a como nos comportamos con nosotros mismos cuando nos sentimos mal por algo que nos haya pasado por nuestra forma de actuar o pensar sin que haya terceros a los que culpar. Es bueno saber que tengo que ser compasivo con los otros pero sobre todo, con uno mismo.
La compasión forma parte de los humanos, pero la cólera y el odio también, creo que estas emociones podríamos considerarlas secundarias, es decir, si tengo lo que quiero, si estoy estable, si estoy bien, tengo emociones “buenas”, como la compasión, el afecto y la generosidad, pero si me falta algo, si deseo algo de otro o me han rechazado o quitado algo, salen las emociones negativas, las que me hacen sentir mal, las que responden a la frustración de algo ajeno a mi mismo. Recordemos la frase:¨no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita”. Cuanto mejor me sienta conmigo mismo, más compasivo seré, y cuanto más compasivo sea, más me llenaré de ayudar a los demás y de desearles lo mejor, ayudando a quitarles mal estar y sufrimiento. Es un principio que está en la base de las grandes religiones y que cuando el ser humano se ha centrado en él, mejor hemos convivido. Esto implica unas leyes donde se respete al ciudadano, donde haya un sentimiento de igualdad, de protección a la propiedad, a la pareja, la familia, donde se vea justo el castigo por robar o matar. Ante unas leyes justas, y un estado que las haga cumplir, el ciudadano será mejor persona y tendrá más compasión, más intención de ayudar y de hacer que los demás se sientan bien a su alrededor.