A finales del siglo XVI florecieron en España dos talaveranos de agudo espíritu crítico: el Cardenal García de Loaysa y el jesuita P. Juan de Mariana. Ambos intervinieron de forma decidida en la cuestión suscitada en torno a la veracidad histórica de la venida del Apóstol Santiago a España, su predicación y su enterramiento en Compostela. Mientras García de Loaysa lo estimó superstición, Mariana prefirió aceptarlo para evitar escándalo.

Fue el insigne talaverano García de Loaysa y Girón (1534-1599) Cardenal Arzobispo de Toledo y confesor, predicador y limosnero mayor del rey Felipe II, a cuya muerte asistió, oficiando posteriormente los funerales en El Escorial, año 1598. García de Loaysa murió al año siguiente de rápida y casi inexplicable enfermedad (“dolor de costado”, se dijo). Para nuestro propósito baste recordar que fue un gran humanista y un espíritu moderno, preilustrado, que trabajó por la depuración de textos y la purificación de las tradiciones, leyendas y milagrerías, es decir, liberar a la religión de las garras de la superstición.
Su fino espíritu crítico de hombre adelantado a su tiempo chocó con el arduo problema de la veracidad histórica de la venida del Apóstol Santiago a España, su predicación y su enterramiento en Compostela. Con sagacidad estudió la tradición, analizó y depuró los “supuestos” textos en que se fundamentaba y concluyó que todo ello era invención y superchería. Su prestigio consiguió que el Papa Clemente VIII suprimiera del “Breviario” la mención al hecho de la predicación de Santiago en España, tradición netamente española.
Para sus conclusiones, García de Loaysa y Girón se apoyaba en el discurso que en 1215 pronunciara el arzobispo toledano Jiménez de Rada en el Concilio Lateranense. El fondo del asunto era el tema de la “iglesia primada” en España: Santiago de Compostela aspiraba a serlo en base a la supuesta predicación del Apóstol Santiago, pero Toledo defendía su primacía citando a Santa Leocadia, San Eugenio, San Ildefonso y, sobre todo, la venida de la Virgen a Toledo para obsequiarle con la casulla, que es la referencia más antigua y el milagro más famoso obrado por la Virgen en España durante toda la Edad Media ( lo del Pilar de Zaragoza es una invención mucho más tardía…). A estos argumentos se aferraba el Cardenal García de Loaysa y Girón, al tiempo que negaba veracidad a todo lo relacionado con Santiago.