¡PARA QUE BUSCARTE, QUIJOTE!
Las ansias que me apresan esta tarde
tienen sabor a secos relicarios.
Ando caminos yermos, sin horarios,
con mansedumbre quieta. Sin alardes.
Caminos de la Mancha. Oscuridades
Por las que vaga el alma sin reposo.
Por las que me deslizo. Dulce gozo
queriendo ver tu Sombra. Sin edades.
En vano he caminado polvorientos,
Recónditos senderos de otras horas.
En vano suplique la cantimplora
Bajo la ardiente arena del desierto.
De pronto he comprendido. No hace falta
Que quiera contemplarte en loco vuelo
Enloqueciendo al máximo el desvelo,
Despellejando liras que te exaltan.
Te reconozco en tibios chocolates,
En relucientes giros de la lengua
Cuyo brillante son nunca se amengua,
Aunque le sume el “che” y el verde mate.
En cada hombre escruto tus temores
Y un algo de los héroes que conturba,
Y un mucho de miseria que nos turba
Palideciendo ensueños y clamores.
De España el apellido he recibido
Por las vascuences cuencas de otros ojos.
Avizoraron sueños de otro antojo
En bisabuelas tardes. Tiempo ido.
Por eso no preciso rescatarte.
Te atisbo en las iglesias coloniales,
Por el antiguo casco de otoñales
Museos dieciochescos con su arte.
Te encuentro arrodillado, fiel orante.
Rumores de sagrario. Olor a incienso.
Me marcas con lirismos mientras pienso
Y me brindas molinos por gigantes.
Te observo mientras cruzo la Avenida
Que confundiera a Mayo con su fuego.
Por el gracejo tierno de un gallego
Te capto en una plaza azul, perdida.
Percibo las señales del ancestro
En muros seculares, encalados,
Y si me esfuerzo un poco, en todos lados
Escucho que susurras: ¡Vuestro! ¡Vuestro!
Te encuentro por los barrios, por el centro,
En gestos españoles, habitudes.
¡Y QUIJOTES HABEMOS, no lo dudes!
¡Para que he de buscarte, si estás dentro!