Dentro del poemario “Grito” de Domingo Acosta (Ed. Nace, 2015) descubrimos un susurro que eleva los cuatro elementos básicos de la Naturaleza (agua, aire, fuego y tierra) para explicar la quintaesencia del hombre en donde los 73 poemas inmersos en el libro surgen como una lanza que despunta en cada uno de ellos. La verticalidad abre cada poema, le da libertad y a la vez armonía; la palabra inicial que comienza cada uno de ellos en letras mayúsculas incita a una acción expresada como forma verbal (infinitivo, presente, imperativo) o a una negación (no, nada) e incluso a una interrogación.
El deseo, el tiempo, el sueño y su propio yo se deslizan por los interiores del alma del poeta; le envuelven en un halo de misterio donde la palabra se funde en una sola revelación del ser humano. “Grito” es un camino hacia el interior de la persona, un viaje sin fin en el que el tránsito es duro pero merece la pena porque el alma habla y siente, se sumerge, desaparece y vuelve a aparecer de las tinieblas para ver de nuevo la Luz.
En los poemas de Domingo Acosta percibimos el símbolo, la imagen, la metáfora donde aparece un complejo mundo de abstracciones a través de las coordenadas espacio-temporales que marcan el ritmo de cada poema. Es un grito de fe y esperanza a través de la palabra que surge del abismo, un canto de libertad y de unión con el Otro en donde uno mismo encuentra la propia soledad del hombre frente al mundo.
El tiempo teje la telaraña existencial del ser humano, le encuadra en un momento, para ser consciente de su propia existencia, de su vida; dentro del hombre late su corazón en medio de la nada. La alusión desde un principio a la Naturaleza a través del mundo onírico le sitúa al poeta en medio de la realidad y la ficción a las que llega vagando por una trascendencia; de este modo se percibe vivacidad, movimiento y cierto interés estético y artístico. Según Gérard Genette, “lo que confiere a una obra de arte, es la sensación, fundada o no, de que dicho objeto ha sido producido con una intención estética”. Por tanto, podemos decir que en los poemas de Domingo Acosta, existen una atención y una apreciación estéticas por un lado y por otro, una intencionalidad artística a través de la conexión del autor con la naturaleza, la realidad y el mundo que él percibe.
El autor con unos amigos
El carácter ficcional del lenguaje de cada poema nos acerca a la realidad de un “yo” que grita y sucumbe en un sueño; la sensación y la percepción del propio mundo de Domingo le sumergen en un círculo onírico, donde el ensueño es pura mezcla de ficción y realidad. Es un estado del Alma, donde el tiempo se pierde, se diluye, se esfuma, se evapora como la niebla en invierno.
Las sensaciones del autor frente al mundo pueden ser alteradas con un esfuerzo volitivo, y, para ello, cambia la oscuridad de su realidad por la luz en su sueño; el existencialismo del poeta sobresale por su insularidad física, poética, humana donde a veces se siente atado e impotente ante la realidad que se vierte a él; incapaz de comprender la miseria humana y de asimilarla se sumerge en la palabra, se tapa y se esconde; su grito es un canto a la vida, al hombre, al mundo y la verdad. La estética se abre paso, irrumpe el camino lento y pausado del peregrino hacia la meta donde el día y la noche están presentes. Un tiempo acompasado al latir del corazón, exaltado a veces donde el grito es su máxima expresión y la calma, su consecuencia.
Acosta accede a través de sus poemas a una realidad que se le presenta pero sin embargo, su percepción muchas veces le engaña por permanecer en una realidad de dimensión onírica en la cual como diría Sigmund Freud, el deseo aparece disfrazado en el aspecto manifiesto del sueño.
El lector que se acerque a los poemas de Domingo Acosta entrará en un pacto narrativo con el Autor en donde colabore y complete su obra a través de sus interpretaciones; de esta forma cada poema sufrirá una transformación de sentido y forma sígnica que le permitan acercarse a la creación artística, como díría Umberto Eco.
Q
u
i
e
r
o
una rebelión
donde pueda oírte
cada día
lo que sufrimos juntos,
felices,
luchando por la vida.
Quiero
una rebelión
que no se canse
cada noche
ni viva sólo
oculta
entre las sábanas,
tan lejos
del dolor
y el frío.
No basta con morir
y renacer
tan solo con tus brazos.
«Grito» NACE, 2015
© Domingo Acosta Felipe