Esta sana y clásica costumbre española, ha llamado mucho la atención en otros países y en particular en los nórdicos, por lo que se nos ha criticado como si fuera un vicio, una muestra de vagancia y una pérdida de tiempo. Pero nosotros consideramos que no hay tal pérdida puesto que esa media o una hora que estamos en los brazos de Morfeo, se recupera por la noche al poder acostarse más tarde y con mejores facultades cerebrales y anímicas; por otra parte si no se duerme está comprobado que se trabaja menos y se rinde peor, porque el estómago, en esa hora crucial de la digestión, utiliza más sangre de la circulación general, en detrimento de la que debería llegar al cerebro y a otros órganos del cuerpo.
En realidad ese letargo o modorra, tras de una buena comida, se ha comprobado que les afecta también -como hemos dicho antes- a muchos animales, en los que durante su digestión pierden parte de su vivacidad, de su agresividad, de sus temores e incluso les influye, también, en su instinto de conservación.
Según investigaciones recientes en Cronobiología, revelan que el organismo está gobernado por un elevado número de controladores coordinados entre sí desde diferentes niveles orgánicos. Y el ciclo de alternancia, día y noche, es el principal factor que condiciona los ritmos biológicos internos del sueño. Pero, si bien es cierto que el metabolismo humano está programado para amortiguar el desgaste de la actividad de cada día durante la noche, recientemente se ha descubierto que existen ritmos secundarios que demuestran la necesidad de repartir el sueño en varios momentos en las 24 horas.
Richard Belfer, ha descubierto que, por la tarde después de la comida de mediodía, hay un momento bueno para el sueño, en la llamada hora de la siesta o de dar la cabezada, con la ventaja de que refuerza la capacidad de trabajo posterior de la tarde, eleva la concentración, disuelve la fatiga, elimina tensiones nerviosas y también los humores tristes. Incluso la NASA, ha llegado a conclusiones parecidas, instalando electrodos en cueros cabellos de veintiún pilotos de vuelos transoceánicos y comparando los efectos beneficiosos de los que dormían una pequeña siesta a los que no lo hacían.