MUERTE DE MUJERES Y DERECHOS HUMANOS, por Natividad Cepeda. Poeta y escritora

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, mundialmente conocida como FAO, dice que siete de cada 10 pobres en el mundo son mujeres y, más del 60% de quienes pasan hambre en el mundo, son mujeres. Además, una de cada tres mujeres, es agredida física y sexualmente en su vida. Y únicamente dos tercios de los países tienen leyes contra la violencia física. En 31 estados no se juzga a los violadores. Y todavía mueren mujeres lapidadas igual que hacen miles de años. Los datos conocidos aseguran que la tercera parte de las mujeres del mundo son asesinadas por sus parejas, así lo recoge la Organización Mundial de la Salud. Faltan las que mueren y no aparecen sus datos.
¿Por qué siguen multiplicándose los asesinatos de mujeres?
Las mujeres intentan que avance el tiempo grabando su derrota en las sombras, entre los campos sin nombres enredados en labios callados. Su llanto se esparce por el ombligo de la noche y entre la floración de semillas no deseadas. No hay sobre los cuerpos heridos, besos al fondo de los ojos. Mordió la muerte el agrio sabor del arrebato y de la terrible ruta del exterminio igual que hace mil años, dos mil, tres mil, cuatro mil, cinco mil años por entre desiertos y montañas, playas y poblados: igual que ayer por celosías y castillos sigue masacrando por cabañas y áticos, entre campos sembrados de trigo y palmerales y zocos. No es nuevo a las mujeres los hombres las han matado desde la noche oscura y tenebrosa de los tiempos.

Siguen teniendo la espalda lacerada, la boca rota, la sangre manchando las baldosas, la cama, el baño, los prados, el bosque, las sábanas, el jergón, la salita, la mazmorra, el enlosado, la seda y la sarga… Hasta el abismo está manchado de sangre de mujeres. Todos los suspiros se enterraron. Todos los sollozos se olvidan. Todos los asesinos son perdonados. ¿Por qué la piel se rasga, se acuchilla, se golpea, se tira por ventanas y acantilados, se trocea, se entierra, se quema, se esconde en basureros y terraplenes…
¿Por qué?
Yo no quiero más símbolos inútiles inventados para acallar a las masas y hacer que se sientan importantes portando lazos que de nada sirven ni valen. No quiero lazos morados en mi ropa, en mi pueblo, en mi ciudad, en mi ordenador, en mi periódico, en mi vida. No, no los quiero porque de nada sirven. Para qué tanta parafernalia cuando se siguen desgarrando vidas, cuando mueren niñas y viejas mujeres, violadas, maltratadas, olvidadas, vejadas, sentenciadas por esta sociedad mediocre y pusilánime tan metida en su total buenísmo de móviles y pantallas de necedad absoluta.
Siento el bramido de la muerte en mi génesis de mujer. Viene desde el sonido lúgubre de tambores manchados de sangre entre danzas macabras. Sobre mí llevo esa música, ese dolor inacabado, ese morir sin pausa a través de miles y miles de años. Muere una mujer y el mundo calla. Hay silencio de lazos morados que taponan el grito civilizado de la débil sociedad que se los pone elevada hasta un altar de estupideces.
Me estremezco cuando leo y escucho que una mujer ha sido asesinada. Y presiento que hay muchas mujeres que son asesinadas y nadie las reclama ni nombra. Tan, tan, tan, tan, tan, tan anuncian los tambores otras muertes: doblan las campanas y anuncian funerales. No me quedan esperanzas en esta sociedad amortajada de liviana sonrisa porque si yo no grito, ni sollozo, por tanta ignominia entonces, de poco valen los símbolos colgados que nos manipulan para que nos callemos ante esas muertes de mujeres
¿Derechos Humanos?
Si para conocer los derechos humanos de nuestra sociedad tengo que cerrar mis ojos, mis oídos, mi boca y mi momento histórico y, unirme en la celebración de tales derechos; entonces mi problema, y el problema de otros muchos miles de miles de personas es que esa declaración universal, no es universal.
No lo es, cuando ahora, en este mismo momento están muriendo de inanición seres humanos habitantes de mi mundo conocido. No lo es, cuando se lapida a una mujer en nombre de una religión. No lo es, cuando la infancia es agredida sexualmente. No lo es, cuando los niños carecen de protección y trabajan sin derechos, siendo esclavos en éste siglo XXI.

No. No hay derechos humanos cuando las epidemias matan a las personas en zonas de la tierra por carecer de medicinas y protección del estado. Y cuando por ganar dinero, gracias a la fabricación de armamento, las guerras se suceden beneficiando a los países ricos en detrimento de los habitantes pobres, masacrados por ambiciones personales de los que dicen y proclaman protectores de los pueblos.
Ni tampoco hay derechos humanos para los personas que llegando a la vejez carecen de los medios necesarios para subsistir dignamente.
¿Derechos Humanos?
Y ¿dónde queda esa declaración llamada universal para las niñas vendidas, las mujeres maltratadas, los crímenes justificados en nombre de Dios, Patria o ideología de extrema izquierda, o de extrema derecha, por movimientos populistas e irreverentes con los derechos de las personas? Una ideología saca y airea cínicamente lo funesto de la otra, al tiempo que esconde sus propias aberraciones. Y seguimos cantando a la libertad, al amor, a la paz, envueltos en disfraces divulgados por medios electrónicos que nos vigilan, nos entretienen y engañan para que sigamos siendo marionetas movidas por los tiranos de este mundo endiosado, en su propia ceguera de egos siniestros
¿Por qué la tragedia de las mujeres en tiempos de guerra y en tiempos de paz?
Las cifras pueden llegar a parecer exageradas y quizá por esa causa son desconocidas. Cifras de escalofrió y de vértigo proclaman que es un genocidio en cualquier país del mundo. No basta para cortar esa lacra vergonzosa un día que nos lo recuerde: 25 de noviembre “Día Internacional contra la Violencia de las mujeres”
¿Un día? Poca cosa es. Recordemos a esas 140 millones de mujeres que han sufrido la mutilación genital. Recordemos que se nos informa que, cada dos segundos, una niña es obligada a casarse; dicen las fuentes informativas que son 14 millones cada año. Desigualdad y pobreza y ausencia de la protección a la infancia. A los débiles. A los que carecen de poder y educación. Hoy 61 millones de niños en edad escolar no aprenderán a leer y la mitad son niñas. Por lo que las mujeres que serán mañana, no podrán optar a un buen trabajo. Si a esto añadimos que las mujeres ganan de media la mitad que los hombres y es bien visto por todos, se comprende que en los puestos de responsabilidad y de poder a nivel global, les resulte difícil acceder a las mujeres.
El éxodo de migraciones humanas a causa de guerras y hambrunas es actualmente de 65 millones de desplazados. De ellos, un 85% son mujeres y niños, lo asegura, María Jesús Vega, de ACNUR. Lograr la igualdad entre mujeres y hombres sigue siendo un reto casi inalcanzable. Tan imposible como que se deje de asesinar a las mujeres porque en la cultura humana se la sigue considerando, en un alto porcentaje de países, menores de edad y de escasa inteligencia. La economía y el desarrollo de todos los pueblos es la única que dará prioridad a una educación que no lastre ni impida que las mujeres puedan elegir su forma de vida El ocaso de nuestra sociedad es el ocaso de caminar de espaldas a nuestra propia realidad. Porque cuando ignoramos lo que sucede a nuestro alrededor y miramos a otro lado se traduce en una cobardía colectiva.
Las muertes violentas de las mujeres están dejando al descubierto las lagunas legales de nuestras leyes. Vemos al Estado que nos gobierna con estupor y miedo. La muerte es un grito en contra de la vida, un abrazo de hielo sobre el hermoso río de la sangre, un fondo de lodo que enturbia al sol del corazón… Pero a la que nada, ni nadie la detiene en esta sociedad nuestra, tan vanidosa de sus logros y tan henchida de malsano orgullo e ignorancia.
Hay muchas otras violaciones humanas que se pueden enumerar por hoy, con las expuestas vamos bien servidos de vileza y ceguera. Para tantas mujeres masacradas mi poema y mi impotencia por tanta inequidad continua.
Mujer de arena
Te contemplo en lo nublado del cielo
donde tu figura se ve rota cada mañana
y te envuelves con tu niebla y fatiga
en el crisol del desamor que se hizo opaco.
Del pasado no queda ni un resquicio
tampoco del cristal rosa de una promesa.
No hay ni el soplo salino de la marea
en la barca que a la deriva huye del puerto.
¿Dónde arribaras mañana sin faro
ni gaviotas, con tu nombre en su vuelo
cuando las redes regresen sin su carga?
¿Por qué te hirieron a ti, dulce sirena,
coral de amor entre la arena blanca?
Mujer de espuma eres junto a la mar herida.