ALESSANDRA MONTERREY SANTIAGO O EL OJO DE HORUS por Rafael Ruiloba. Profesor Universitario, Escritor y Crítico literario.
El éxito de su poesía se debe a que sus poemas articulan su discurso en los tres registros del lenguaje del cerebro: lo visual, lo auditivo y lo kinésico (relación entre emoción sentimientos y acción). En otras palabras están todos los componentes del ojo de Horus: pensamiento, tacto gusto, visión, olor y lo auditivo, lo cual potencia la percepción del lector sobre el tema para la lectura y comprensión del poema. La estructura de su poema es un artefacto semiótico perfecto para la realización de la metáfora. Usa la escala explicativa como orden del discurso. Usa la isotopía semántica como desarrollo. Por ejemplo si usa la palabra insomnio Es el insomnio de las hojas/ (…) en el poema el concepto no queda sin desarrollo porque ahora ese sentimiento se describe así por medio de una isotopía. Brisa solar de madrugada,/los árboles se derriten como velas,/ya no seremos visitantes,/en mis manos ahora/sólo hay tierra/.
Ahora de esta manera del insomnio de las hojas se pasa al insomnio de la conciencia despierta. Aquí hay un detalle significativo la poetisa no proyecta sus sentimientos sobre la naturaleza sino que invierte la proyección, mete la naturaleza en su conciencia para hacerla significativa.

El lenguaje de sus poemas retrata el instante de una emoción ante la naturaleza muerta como parte de la maravilla de la vida. Metáfora por medio de la cual reflexiona sobre el paso de la niña a la mujer. En mis manos llevo el obsequio de la infancia,/el cráneo de una muñeca de tierra/para que apague la tea de las sombras./ Esta sicología del cambio para definir lo femenino, no lo vemos en la poesía panameña desde la poesía de Stella Sierra. Su poema propone un enriquecimiento de la conciencia para ubicarse en el mundo como mujer apropiándose de sí misma, para que cada instante de su experiencia cotidiana sea una experiencia poética al sentirse viva, al ser dueña de sus deseos sin perder el sentido vital de la vida al tener conciencia de la muerte real con la muerte metafórica de la niña. En la conciencia de Alessandra no hay frustraciones por eso es la poetisa de lo eufórico. Esta es una experiencia estética pura además la poetisa usa todos los lenguajes del cerebro, los lenguajes del ojo de Horus en cada idea descrita por sus versos, de esta manera su poema avanzan con metáforas construidas en base a la experiencia cotidiana y sobresalen como un acto de maravilla, al ser destacada en el poema como la sorpresa metafórica que hace surgir “el pensamiento” como acto de interpretación. Su poema no dice algo como referencia suya sino que hace que el lector asuma como acto del lenguaje sentido visual, auditivo, para que pueda percibirlo como parte del sentimiento. El poema tiene tres remansos metafóricos para destacar la interpretación de lo cotidiano como maravilla. Esto hace que la reiteración sea efectiva. Por eso estamos ante el nacimiento de una gran poetisa y celebramos su libro como un acontecimiento literario.

En sus poemas hay alusiones metafóricas al mundo espiritual egipcio “la estrella perro” Sirio, hace que el ojo de Horus sirva como alusión a todos los lenguajes en el poema. En sus poemas el discurso de la naturaleza muerta pasa a los sentidos de la vida por medio de un florilegio metafórico sorprendente. Cada verso alude a varios sentidos, “brisa solar”, “árboles derretidos como velas”. Mis ojos que son una soga rústica hablando a un hilo de seda,/pintan pétalos de tiza en el sereno. De esta manera el poema se hace sugerente para transgredir los significados de las palabras para que el sentido se abra a la interpretación. Su poesía atraviesa la soledad en la búsqueda de un nuevo comienzo. Esto hace de su poesía un acto estético que se reitera para volver a sorprendernos.
EL INSOMNIO DE LAS HOJAS
Por un camino de guijarros de pan
la luna enciende las flores más obscenas. ( lenguaje Visual )
Las gallinas se arrinconan,
tallan con el pico alas de gaviotas en un tronco seco.
Y entonces, ( lenguaje kinésico)
entre los helechos pisoteados de la mirada,
veo todo tal cual es. (lenguaje Visual)
Hay un camino de huesos y escamas. ( lenguaje Kinésico)
Mis ojos que son una soga rústica hablando a un hilo de seda,
pintan pétalos de tiza en el sereno. (lenguaje Auditivo, visual)
Es el insomnio de las hojas. (Kinésico funde sus sentimientos con el paisaje)
En mis manos llevo el obsequio de la infancia,
el cráneo de una muñeca de tierra
para que apague la tea de las sombras. (lenguaje Kinésico, visual)
He allí el resplandor del árbol más bello,
abre sus ojos para cegar el horizonte
y besa con un soplo la distancia de las estrellas muertas.
De pronto, las hojas callan, (lenguaje Auditivo)
solo nos queda el cadáver de sus ramas,
huesos para ofrenda del rayo.
Brisa solar de madrugada,
los árboles se derriten como velas,
ya no seremos visitantes,
en mis manos ahora
sólo hay tierra.

LLEGADA AL BOSQUE
Sabes, amor.
Estoy en un bosque donde nunca amanece,
porque el sol lo sepultaron
a la orilla de un río de cenizas
y los frutos son crisálidas sin alas;
cada gota de silencio tropieza con la madera podrida
y silbamos el poema de los cuervos sin trigo.
Veo pájaros muertos.
Llevan en el pico la tierra de un náufrago
y las semillas de una nube ingenua.
En las mañanitas, cuando el cielo se llena de pasos,
de la tierra florecen plumas,
pero desaparecen cuando orinas a los pollitos tuertos,
tal vez ebrios por las botellas de un vino sin versos.
Hace frío, las hojas erizan la piel de las mariposas
y los mosquitos lloran en mis piernas.
La sombra de tus hojas era un nido de libélulas marchitas,
la llave a todos los silencios atrapados en un nudo de espejos
y el aroma de los ritos cotidianos del adiós.

SOLEDAD DE MADERA
“la costra de los viejos árboles, se desprende, regresa…”
Jaime Sabines.
Cubierta por el dosel de los silencios,
dejé mi corazón en las márgenes de un nido de guayacanes.
Y allí sobre la costra de los viejos árboles,
mis poros se cubrieron con el rocío de las luciérnagas.
De una madriguera emerge una niña y un niño.
Es la salida de la Tierra Hueca
y siguen los pasos titilantes de la Estrella Perro.
Su luz es como el auxilio de los totorrones prisioneros en mis manos.
Ya no pueden entender la lengua de las mariposas.
Su mundo es habitado por ventanas sedientas,
por la miel de un panal de espejos;
ahora son el eco de la piedra arrojada
como un anhelo en el arroyo.
Llevan en sus manos recuerdos tibios,
besos azules son el vientre de la cosecha
y nacen cosas imposibles de la tierra.
Siembran una canica y brotan pañuelos de amapolas,
siembran un corcho y germinan barquitos de papel;
y de un dedal, caracolas de filigrana.
El paso del tiempo sabe de la jugosa algarabía de los pericos,
del regreso fiel de las oropéndolas.
Respiro por instantes el sopor de una ortiga violeta,
la niebla de un gusano,
y el cosquilleo en mis sienes de un pájaro aturdido
por desafiar a las ventanas.
Vuelvo a mi cuerpo y los niños ya no están,
a mi lado sólo hay viruta y madera.
Papá, jamás he plantado un árbol;
pero, ¿recuerdas el hechizo que convertía nuestro arbolito de plástico
en un pino de verdad?
Y así, con el ritual de las navidades de la infancia,
con un vendaval de estrellas,
salpico la madera con hojarasca de hiedra.
Y mis dos niños extraviados son ahora
dos ranitas que saltan a un río de agujas en flor.

El ÁRBOL ASTRAL
A Jhavier R.
Salí al encuentro del amor.
El amor es un árbol de un metro ochenta y tres.
Y en vez de ramas, tiene alas,
alas que en vez de plumas tienen líneas.
Y me abrazan con el infinito perdido en cuarenta y tres despertares,
con el retrato de lo inmenso tras los párpados de la lontananza,
con el mar quebrado por corales
y los labios de un pez transparente.
Me abrazan los viajes de los que quizá fue corteza y frágil semilla;
Y por eso saben a café, sal, picante, albahaca, comino.
Desconozco sus insomnios pasados,
pero tiene el sabor de la terquedad del olivo;
la caricia del durazno,
la deliciosa simpleza del otoe.
El árbol de mar es un tronco a la deriva en el fin del océano.
Sus raíces son del mar, son del ahora,
son anémonas que arrastran guijarros del tiempo.
El amanecer de este árbol es el horizonte de un sol de agua.
Y yo que soy mariposa, gaviota dispersa,
me construyo un punto itinerante,
una constelación en la migración eterna de lo inasible de mis vidas.
Me poso allí,
porque sé que no hay cartografía más cierta
que la inmortalidad del momento.
