
José Bernardo de Gálvez y Gallardo nació el 7 de enero de 1720 en Macharaviaya, una pequeña localidad situada en la Axarquía Malagueña, y falleció en Aranjuez el 17 de junio de 1787. Durante su dilatada carrera política llegaría a ser uno de los principales impulsores de las reformas llevadas a cabo en nuestro país durante la Ilustración. Sin embargo, la faceta cultural de José de Gálvez suele ser menos conocida que la política al haber quedado eclipsada por la actividad pública que desarrolló en los diversos Gobiernos de Carlos III.
El político de Macharaviaya mantuvo desde su llegada a la Corte contactos con las personalidades ilustradas más destacadas del momento, con la amistad reconocida de muchos de ellos. Se puede citar a Campomanes, cuya relación fue fruto tanto del círculo cultural en el que se movió, como por haber participado juntos en diversos proyectos políticos, especialmente desde 1764 cuando se creó la denominada Junta Extraordinaria de Indias (1)
[1] Remedios Morán Martí. “José de Gálvez. Rasgos americanistas de su círculo ilustrado: Campomanes y Jovellanos”. TSN, año I, núm. 2, julio-diciembre 2016, pp. 23 a 30.
Al año siguiente, Carlos III designaría a José de Gálvez miembro honorario del Consejo de Indias, poniendo rumbo a Nueva España como Visitador General en una dura y larga labor que le permitió obtener unos valiosos conocimientos sobre el terreno que le resultarían de gran utilidad para las medidas que se implantaron posteriormente cuando fue Ministro de Indias.
Tras el motín popular contra Esquilache en marzo de 1766, Carlos III se rodeó en sus sucesivos Gobiernos de grandes ministros ilustrados, como el Conde de Aranda, Campomanes y Floridablanca, que trataron de imponer reformas económicas, dinamizar la cultura e impulsar el prestigio de la nación, aunque la eficacia de algunas de las medidas previstas estuvo condicionada por los imponderables de la época, tanto en el ámbito interno del país, principalmente por la oposición a las reformas por parte del clero y la nobleza, como en el plano exterior debido a los conflictos que se desataron por entonces.

Por aquellos años, el panorama internacional estuvo marcado por la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, que duró desde 1776 hasta 1783, y la posterior Revolución Francesa en 1789. En relación con el conflicto de las colonias inglesas de Norteamérica, España mantuvo una política estimada por lo historiadores como ambigua, aunque intentaría provechar la situación para tratar de contrarrestar la superioridad naval que Gran Bretaña había ido adquiriendo y terminó embarcándose en un nuevo conflicto junto con Francia, como aliada, contra Inglaterra.
En 1776 José de Gálvez se haría cargo de una de las carteras de mayor peso en el reinado de Carlos III, al ser nombrado Secretario de Estado del Despacho Universal de Indias (Ministro de Indias) (2). Se integraría en el Gobierno del Conde de Floridablanca, que formó un Gabinete tendente a garantizar una política exterior acorde con la posición de España y más enérgica que la que se había mantenido hasta esos momentos, reforzar las fuerzas armadas españolas y tratar de aumentar los ingresos de la Hacienda Real, cuyos principales fondos provenían de América.
(2) Gaceta de Madrid núm. 6, de 06/02/1776, páginas 55 a 56.
Por otro lado, el ilustrado Campomanes en 1764 había obtenido la presidencia de la Real Academia de la Historia, consiguiendo que bajo su dirección se reemprendiesen con entusiasmo los estudios americanistas. Coincidiendo con estos impulsos académicos, en 1777 se editó en Londres la obra de William Robertson “Historia de América”. Campomanes admiraba al historiador británico, llegando a proponerle como académico, por lo que nada más aparecer su publicación se acordó por la Academia traducir, comentar e ilustrar los estudios que el ilustrado escocés plasmó en dos volúmenes, ya que entre sus contenidos figuraban los territorios españoles del Nuevo Mundo.
Tras establecerse un plan de trabajo en la Academia de la Historia, se cursó a finales de 1777 una consulta y oficio al Rey, elogiando la obra y solicitando su apoyo para la edición. El proyecto fue firmado por varios académicos e incluía, además de la traducción del libro de Robertson, un prólogo y las anotaciones que se requiriesen. Por consiguiente, se pidieron informaciones complementarias y otros documentos para poder realizar las observaciones pertinentes y actualizar los datos de la traducción, así como mapas para ilustrar adecuadamente la nueva publicación.