LA ADICCIÓN AL SEXO por Manuel López Espino. Doctor en sicología

La adicción sexual, también llamada dependencia sexual, hipersexualidad, ninfomanía (en mujeres), satiriasis, comportamiento sexual compulsivo o compulsividad sexual, se refiere al fenómeno en el que los individuos son incapaces de controlar su comportamiento sexual entrando en un conjunto de conductas sexuales anormales que afectan a cualquier aspecto de la vida diaria (relaciones, economía, trabajo…), buscando la satisfacción en la autoestimulación o masturbación compulsiva, o con múltiples parejas sexuales en una noche, así como varias parejas sexuales a la vez, o usando la pornografía, el ciber sexo, la prostitución, el exhibicionismo,el voyerismo, etc. Con el único fin de satisfacer un intenso e irrefrenable deseo sexual. Se calcula que el 8% de la población total de hombres y el 3% de las mujeres serían adictos al sexo.

Aunque se pueda bromear con el término, la adicción al sexo es un problema psicológico que puede traer graves consecuencias sobre la vida y las relaciones sociales de quienes la padecen.
La adicción al sexo se considera en psicología, un trastorno de la personalidad, considerándose una adición grave por sus consecuencias y afección. Si podemos comprender que ludópatas o alcohólicos deberían de prescindir de juego o alcohol, también podríamos entender que los adictos al sexo o consumidores compulsivos de comida (bulímicos) no pueden erradicar absolutamente esa adicción, pues comida y sexo son necesarios en su razonable medida.
Los adictos al sexo, contrariamente a lo que pueda creerse, no viven placenteramente esta sexualidad ya que su comportamiento responde a un impulso, a una necesidad de la que no son capaces de controlar, llegando en muchas ocasiones a sentirse avergonzados y arrepentidos tras realizar su conducta sexual, quedándose con una sensación de vacío. Estos individuos no consiguen tener éxito en sus intentos de reducir o frenar su actividad sexual cuando se dan cuenta de que esta es problemática. La persona llega a tener conductas sexuales que van en contra de su moral, lo que le puede llevar a vivir una doble vida basada en el engaño y la mentira.

Es relativamente fácil volverse adicto al sexo en algún momento de la vida, pues representa placer y genera una reducción importante de la ansiedad, sin poder considerarlo patología al no afectar a los ámbitos importantes de la vida y tener una duración relativamente breve y un cierto control. Los casos considerados patológicos suelen darse en personas con muchas represiones en la infancia y con una educación sexual enfocada hacia lo negativo, a evitar embarazos, pensar en el pecado, sentirse sucios o en lo que van a pensar los demás. Mucha gente crece con esa educación y cuando se inicia en el sexo, mezcla su moral puritana infantil con la libertad del pensamiento adolescente creando ansiedad por el choque de los sentimientos románticos y los pensamientos sucios del sexo carnal.
Cualquier deseo no satisfecho puede convertirse en obsesión hasta que llega a realizarse, fomentando el pensamiento intrusivo y perdiendo el control sobre el acto e invadiendo la conducta controlada.
Esta conducta sexual termina siendo utilizada como un mecanismo de evitación, es decir, se utiliza para “escapar” de sensaciones desagradables, como tensión, ansiedad o malestar físico más que como una manera de procurarse placer.
Es muy habitual, aunque no determinante ni condición indispensable, que en estas personas se dé una infancia con problemas y con ambientes familiares muy desestructurados, (Investigaciones muestran que un 60% de los adictos sexuales fueron abusados en su infancia).

La psicoterapia consiste en tratar al adicto de manera individual para detener las conductas, controlar los impulsos y cambiar los hábitos.
La persona adicta al sexo mantiene una actividad sexual excesiva, habitualmente promiscua e incontrolada. Además, suele presentar las siguientes características:
Problemas de control de impulsos, falta de concentración, obsesión, adición a drogas, gasto excesivo de dinero, etcétera. La satisfacción sólo la obtienen en el momento, sintiéndose posteriormente culpables por haber mantenido la relación.
Persistente en su conducta a pesar de las consecuencias negativas.
Tienen pensamientos sobre temas sexuales casi de forma constante y de manera intrusiva.
No es capaz de controlar su impulso sexual.
Promiscuo, su conducta sexual es ocultada mediante engaños y mentiras.
El tiempo dedicado a la búsqueda de sexo le puede llevar al aislamiento, además de traerle problemas económicos y familiares.
Presenta malestar similar al síndrome de abstinencia cuando no consigue mantener relaciones sexuales.

Los adictos sexuales frecuentemente no entienden su modo de actuar y pocas veces son conscientes de su problema, para ellos puede ser un modo de amar o una necesidad más que tienen, normalizando y racionalizando su conducta como si se tratara de una necesidad vital como el “comer cuando se tiene hambre”. Es frecuente que la toma de conciencia venga a raíz de problemas que su conducta les termina produciendo o porque se ha intensificado hasta tal punto que el deseo sexual controla todos los aspectos de sus vidas, y además se sienten impotentes en sus esfuerzos por cambiarla.
Los investigadores comprobaron la eficacia de sus criterios a la hora de diagnosticar adicciones sexuales en más de 200 personas con distintos problemas de salud mental, y consiguieron diagnosticar correctamente al 88 por ciento de los pacientes. Además, encontraron que la mayoría de individuos con desorden hipersexual sufrían las consecuencias de su enfermedad: el 17 por ciento había perdido su empleo al menos una vez, el 39 por ciento había finalizado una relación sentimental y el 28 por ciento había contraído alguna enfermedad de transmisión sexual. La conducta hipersexual se relaciona con una mayor perturbación emocional, impulsividad e incapacidad para manejar el estrés“.