El sol peregrino y solitario, permite que la luminosidad camine sola, muda claridad perimetrada con cercas de madera. Complot entre Dios, el cielo y la tierra, por el cual se forman cuadrículas verdes, azules y amarillas, pastos infinitos cóncavos y convexos.
La tercera etapa del camino primitivo, abarca el espacio que han de cubrir nuestros pies, desde Bodenaya hasta Campiello.
Bodenaya
Pueblos grandes y pequeños, trazan un recorrido hermoso, La Espina, La Pereda, La Millariega, El Pedregal, son testigos desde el siglo IX, del caminar de los peregrinos.
La villa de Tineo, y el palacio de Merás, construcción del año de nuestro señor de 1525, estructura antigua de paredes que hablan palabras “Ultreia et suseia”.
Pasos que conducen las miradas, estas convencidas para otear sobre las altas copas de los robles y castaños. Pasos que sustentan los pensamientos que tocan esas montañas, aún lejanas y vestidas hoy de bruma. Niebla que mañana acariciará los contornos romos de los bastones improvisados, que se clavan sin hacer daño en un suelo cada vez más inclinado.
Deambulan los sentidos por entre los túneles que forman la maraña de árboles. Detenerme en las cunetas curando las heridas del alma con betadine, que contento me pongo al ver que van cicatrizando.
Un desvío en el camino, para escuchar el crujir del tiempo detenido, contar las horas que ya han muerto en el monasterio de Santa María la Real de Obona, desde el año 780.



Verificar a través del tacto la inmensa cultura albergada, grita ese poder la capa de polvo que cubre unos arcos que trasladan a la eternidad. Paredes abandonadas de un templo que dibujan sombras, y obligan a imaginar mil vidas dedicadas al rezo, trabajo y muerte.
Ya en Campiello, los cuerpos detenidos, ojos que miran al horizonte y transmiten impresiones que se disfrazan de cavilaciones en torno a que camino tomar.
¿Seguir la senda tradicional y transportar nuestra soledad amiga a las montañas, por el paso de Hospitales? o ¿tomar el camino hasta hasta Pola de Allande?
A lo lejos diviso esas cumbres que aparecen con su capa de neblina y sombrero de hierba, tan verde este último como mi esperanza.
Descansar, pensar.