Ocaña es testimonio confidencial de muchos hechos históricos que se reflejan en el zigzagueo de sus calles y en la impronta de sus monumentos.

Esta villa estuvo muy relacionada con personajes importantes en la vida de Isabel la Católica. Vio nacer entre sus paredes a Gutierre de Cárdenas o a Gonzalo Chacón y sirve de reposo eterno a  Rodrigo Manrique (padre de Jorge Manrique). También en ella yace Alonso de Ercilla, autor de la Araucana y fue marco de la educación de don Juan José de Austria, hijo bastardo de Felipe IV y de “La Calderona” afamada actriz de teatro y su amante más famosa; o musa de las obras de Lope de Vega, como “Peribáñez y el comendador de Ocaña”, o de Calderón de la Barca, en “Casa con dos puertas, mala es de guardar”.

¿Cuál fue la relación de Ocaña con la reina Isabel I de Castilla “La Católica”?

La Liga nobiliaria (organizada en sus orígenes en la localidad burgalesa de Coruña del Conde y dirigida por Juan Pacheco, “Marqués de Villena”, su hermano Pedro Girón, Maestre de Calatrava, y el tío de ambos, el Arzobispo de Toledo Alonso Carrillo, entre otros) actúa como un importante grupo de presión que representa a gran parte de la élite civil y eclesiástica castellana. Opuestos radicalmente al rey Enrique IV, le deponen de forma simbólica y grotesca en  la célebre Farsa de Ávila (  5 de junio de 1465), evento inaudito en la época, que refleja las contradicciones entre los poderes nobiliario y eclesiástico, por un lado, y el poder real por otro. La liga tenía como objetivo en este momento deponer a Enrique IV y nombrar rey a su hermanastro Alfonso,  quien es  reconocido como el rey Alfonso XII de Castilla por muchas ciudades que responden afirmativamente a esta rebelión. En otro bando estaba el grupo nobiliario que apoyaba al rey Enrique IV, en el que se encuentran los Mendoza y don Beltrán de la Cueva.

Se inauguraron así tres años de guerra civil promovidos por la bicefalia en la monarquía. La segunda batalla de Olmedo (1467), librada entre ambos bandos, no solucionó el conflicto desde el punto de vista militar. En realidad todo se trató  de solucionar a base de pactos, acuerdos y negociaciones entre los principales implicados, sobre todo el intrigante Marqués de Villena, que jugó siempre a dos bandas.

Durante este conflicto, Isabel permaneció al lado de su joven hermano Alfonso, pero, en teoría, se situaba ajena a los derroteros políticos y a las conspiraciones efectuadas. Su nombre saltó al primer plano de la controversia tras el 5 de julio de 1468, después de que falleciese su joven hermano en Cardeñosa (Ávila), víctima de la peste (aunque fueron muy grandes las sospechas por envenenamiento).

Se estaba preparando el caldo de cultivo para una extensa guerra civil. Tras la muerte de Alfonso, Isabel, con diecisiete años,  pasa a un primer plano en la escena política como candidata al poder por parte de un sector de la nobleza que, en el fondo, espera contar con una persona manejable para poder desarrollar sus intereses personales y estamentales

Ya en estos momentos la princesa Isabel comienza a tener un protagonismo irreversible de cara a su acceso al trono de Castilla. Sus partidarios de la alta nobleza optan por la negociación que encadenara una capitulación honrosa con su hermano Enrique IV.

            Los puntos relevantes para firmar la paz entre los grupos nobiliarios contendientes fueron: el reconocimiento de Isabel como princesa sucesora, reconciliación entre ambos hermanos y sus respectivos bandos y el sometimiento de todos a la obediencia de Enrique. De momento, Isabel tiene una tarea muy concreta: recoger el legado de su hermano Alfonso y presentarse como la única heredera al trono de Castilla. Irá consiguiendo pasar de infanta a princesa y luego a Reina.

            Isabel y Enrique deberían realizar un encuentro personal donde convergieran el reconocimiento y la reconciliación. Esto sucedió el 20 de septiembre de 1468 en el compromiso del llamado Tratado de los Toros de Guisando donde se reconoce a Isabel como Princesa de Asturias comprometiéndose  a casarse “con quien su hermano Enrique IV consintiese y determinase: el Rey se reserva el derecho a proponerla marido y la Princesa se reserva el derecho a rechazarlo”.

Arzobispo Carrillo

En Guisando Enrique IV no declara que su hija Juana es ilegítima; sencillamente la excluye de la línea sucesoria or miedo a un sector de la aristocracia. Isabel se presenta a este encuentro caballera a la jineta de una mula cuyas bridas eran llevadas nada menos que por el arzobispo Carrillo. De ese modo daba muestras de su poderío. Alplí se oyó al Rey proclamar a Isabel como “ Princesa primera y legítima heredera”. El primer paso para convertirse en Reina de Castilla estaba dado.

Isabel es recluida en Ocaña donde está vigilada por el marqués de Villena. Allí donde rechaza como pretendientes a Alfonso V de Portugal (con el que ya se había hecho otro intento en 1465) y a Pedro Girón, maestre de Calatrava, eligiendo definitivamente por esposo a Fernando de Aragón heredero al trono de este reino en el que gobernaba su padre Juan II. Otros aspirantes para la mano de Isabel fueron Ricardo, Duque de Gloucester, hermano de Eduardo IV de Inglaterra, y el duque Carlos de Guyenne, hermano de Luis XI de Francia. Tras declinar las oferta matrimoniales aludidas, Enrique IV le amenaza con encerrarla en el Alcázar de Madrid, lo que no llegó a cumplir.
Ocaña es sede de las Cortes de Castilla que se celebraron allí en abril de 1469 para ratificar el Pacto de Guisando. Estas Cortes tenían, pues, dos objetivos fundamentales: jurar a Isabel como heredera y acabar con la anarquía existente a través de una reforma de gobierno. En ellas tuvo lugar también el momento culminante del binomio “expansión señorial-resistencia antiseñorial”, que se expresó en una petición de los procuradores del tercer estado: se lamentaban amargamente de la política regia de concesión de mercedes a la alta nobleza, lo que era una llamada en toda regla a la resistencia antiseñorial en Castilla.
No sería Isabel la que rompió los acuerdos de Guisando sino el propio Rey al incumplir todas sus promesas y al tenerla semicautiva y bajo continuas amenazas, queriendo forzarla a una boda contra su voluntad e intentando además apartar a Isabel de sus derechos sucesorios, casando a la princesa Juana con el hijo del rey portugués. Enrique IV le acusaría, a su vez a ella, de romper los mismos acuerdos al casarse con persona sospechosa para Castilla, sin el consentimiento del Rey, y ello con falsedad en las formas por la bula pontificia presentada por el arzobispo Carrillo. Dadas estas circunstancias el Rey desheredaba a Isabel, ya que además las leyes del Reino sentenciaban a los menores de veinticinco años que se casaban sin la licencia paterna o de sus hermanos mayores bajo cuya protección vivían. Pero Isabel no estaba viviendo en la Corte bajo la protección fraterna sino que había sido llevada a la fuerza como indicamos anteriormente.

Isabel la Católica

Su decisión de contraer matrimonio con Fernando fue el resultado de un fino cálculo político, el medio de concluir los prolongados enfrentamientos que habían suscitado en Castilla la intervención de la rama menor de los Trastámara, los infantes de Aragón, uniéndose de ese modo los dos únicos representantes de ambas ramas que venían creando lazos de parentesco entre las familias reinantes.
En esta coyuntura prematrimonial de la princesa Isabel hay que mencionar también a la villa de Yepes, tierra del arzobispado de Toledo, cuyos arzobispos, desde Fonseca , Tavera y Silíceo, hasta Carranza, Quiroga, Loaysa y Sandoval, dieron cobertura y apoyo a la construcción de su famosa iglesia, conocida hoy como “catedral de La Mancha”, de estilo plateresco, trazada por el arquitecto imperial Alonso de Covarrubias. En esta localidad, en el palacio arzobispal, fijó su residencia en estos momentos el turbulento, y hombre importante, Alonso Carrillo .

Los esponsales de Isabel y Fernando (entonces Rey de Sicilia) fueron firmados por los prohombres de ambos pretendientes en esta villa de Yepes, localidad cercana a Ocaña: “Pierres de Peralta (embajador en Castilla del rey Juan II de Aragón) se dirigió a Ocaña desde donde tendió sus redes diplomáticas en todas las direcciones Los agentes aragoneses Ferrer y Fatás se encargaron de tomar contacto con los íntimos de Isabel, Chacón y Cárdenas (sin olvidar a Alfonso de Quintanilla, su contador mayor y también hombre clave de todo su reinado) y de establecer estrecho contacto entre Yepes  y Ocaña, localidad en la que residió la Princesa desde la segunda decena de octubre hasta la marcha a Valladolid, en marzo de 1469, quizás los meses más decisivos de toda su vida”.

Iglesia de Yepes, conocida como “La Catedral de La Mancha”

Comienza así dicho documento:

Cartas de seguridad dadas por el arzobispo de Toledo Don Alonso Carrillo y el condestable de Navarra Mosén Pierres de Peralta; a los Señores Comendadores Don Gonzalo Chacón y Don Gutierre de Cardenas por lo que ofrecen aprovar, y ratificar cuanto estos tratasen en razón delos Desposorios de la Señora Princes Doña Isabel, con el Rey de Sicilia Don fernando (…)Por ende Yo el dicho Arzobispo de Toledo aseguro e prometo a vos los sobredichos Comendadores Gonzalo Chacón e Guiterre de Cardenas que los sobre dichos Reyes é cada uno dellos teznan, guardaran, é conplirán, todo de por ellos asi fecho, é prometido, é capitulado, é apuntado, é jurado, é tratado…segund  se asentó(…) Fecha fue en la nuestra Villa de Yepes a seis Dias de febrero, año de mill é cuatrocientos é sesenta é nueve años=Arzobispos Toletanus= E Yo el dicho Ferrand Martines, Secretario y Tesorero de la Dicha Señora Princesa fui presente á todo lo que dicho es en uno con los dichos Testigo (…)”.

Isabel huye de Ocaña e inmediatamente, Gómez Manrique y Pierres de Peralta se dirigieron a Cervera (Lérida), donde estaba el príncipe aragonés. El día 7 de marzo de 1469 Fernando y Gómez Manrique firmaban unas nuevas capitulaciones matrimoniales. Según el cronista Palencia el día 14 de octubre tiene lugar la primera y única entrevista de los novios antes de su matrimonio.

Convento de Santa Teresa de Yepes

El día 19 de octubre se celebró la ceremonia civil en el palacio de los Vivero, en Valladolid, en un acto público en el que Fernando prestó juramento de obediencia y cumplimiento de las leyes y fueros, cartas, privilegios, buenos usos y costumbres del reino, preceptivo en Castilla para todos los herederos y sucesores que les corresponde reinar. Al día siguiente tuvo lugar la ceremonia religiosa y la misa de velaciones en el altar mayor de la iglesia de Santa María la Mayor, principal iglesia de la ciudad entre el siglo XI y el XVI, en cuyos terrenos se levantaría posteriormente la catedral Aquella noche consumaron el matrimonio según las formas acostumbradas. Isabel se convierte en esposa del futuro rey de Aragón que pasaría a llamarse Fernando II.

Alonso de Palencia, secretario personal de Isabel y cronista de Castilla durante cierto tiempo, fue el verdadero artífice de esta unión matrimonial, junto a Gutierre de Cárdenas, persona fiel que le prestó su ayuda en muchas ocasiones y en cuya casa vivió Isabel en momentos de apuro y necesidad encubierta. Cárdenas, hombre de la máxima confianza de la princesa Isabel, sería el encargado de promover sus derechos al trono de Castilla. En sus negociaciones con Enrique IV ella se titula: “Isabel por la gracia de Dios, Princesa e legítima heredera subcesora en estos regnos de Castilla y León”. Estamos en una nueva etapa de su vida: ahora es la Princesa heredera del trono.

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