Mátalo con la mirada¡ Le ordenó “el benefactor de la patria” a su brujo de cabecera, mientras abordaba el avión con destino a Roma. Acto seguido el dictador dio un alarido de júbilo al imaginarse a Pío XII rodar abatido por los disparos del más efectivo de sus sicarios: su brujo de cabecera. Estaba cansado de las constantes críticas del Nuncio cada vez que decapitaba emigrantes en la frontera de Haití. Había devuelto el golpe denunciando al obispo por ser un redomado pederasta, pero no era suficiente. Porque a pesar de quemar varios conventos, y de someter a varios sacerdotes a procesos judiciales amañados, las críticas del Nuncio seguían redoblando como un repique de campanas. Por eso decidió enviar un mensaje más contundente al Vaticano, organizando un atentado contra el Papa Pio XII. Pero “un acto de tal naturaleza podía tener repercusiones funestas para su gobierno”, le dijo su abogado Richard M. Nixon. No obstante, en un rapto de creatividad vesánica, el dictador designó a su brujo de cabecera como embajador en la Santa Sede para que pudiera realizar un atentado síquico contra el Sumo Pontífice. Nadie se dará cuenta se dijo, y así fue, hasta ahora.

Por eso cuando el brujo caribeño vio al Sumo Pontífice oficiando una misa en el Vaticano, con ojos acérrimos le lanza una mirada capaz de desjarretar a un toro. Pero tras el aojo no sucedió nada. No obstante el susodicho nigromante tuvo una segunda oportunidad para asesinar al Papa cuando lo recibió con loable parquedad durante una audiencia protocolar como embajador en la Santa Sede. Allí el brujo lo miró y lo remiró y lo volvió a mirar y remirar varias veces con esa mirada de rayo que le dio fama de asesino rápido y certero, pero tras esa contemplación preñada de malos designios, el aojo no tuvo los efectos esperados. El Pontífice mantuvo la distancia, y escudado en las deferencias se retiró, dejando tras de sí el aire perfumado de santidad.
Lo único que consiguió el burlado brujo fue levantar las suspicacias de los religiosos. Unos intuyeron un contagio emocional cargado de ambigüedad sexual; otros asumieron que era normal porque la magnética personalidad del Pontífice lo había dejado turulato. Sin embargo uno puede preguntarse ¿Y si el brujo no pudo mirar directamente a los ojos del escurridizo Papa? Quizás eso explica por qué al aojar al díscolo Pontífice, tan solo logró producirle un ligero hipo.

–¿Un hipo? ¡Un miserable hipo¡ Es todo lo que has conseguido. Le gritó furioso, el dictador por teléfono. ¡Coño¡ Ese es el hipo más caro del mundo, me escuchas miserable¡ ¡Es el hipo más caro del mundo¡ Acto seguido instó al brujo de manera procaz, a cumplir con su cometido. Por eso cuando el nigromante solicitó una nueva audiencia, decidió llevar una pistola por si acaso el aojo le volvía a fallar. Pero en el Vaticano le negaron la audiencia. Y para no terminar alimentando a los tiburones en el Canal de la Mona, el brujo pidió asilo en Noruega. Pero lo que el nigromante nunca supo fue que el Papa Pio XII estaba protegido contra maleficios, aojos, atentados psíquicos y otros menesteres nigrománticos, debido a los oportunos conjuros realizados por el médico oficial del Vaticano, el oculista Ricardo Galeazzi, quien le fabricó a su Santidad lentes especiales contra el aojo.

Documentos del Vaticano citados por el historiador inglés John Cromwell, autor del libro La Verdadera Historia de Pío XII, prueban que el pasatiempo favorito del médico de su Santidad, era la clarividencia y la exhibición pública de cualidades esotéricas, emparentadas con la percepción extra sensorial. Muchos allegados del Papa, dice el historiador inglés, creían que el oculista era un charlatán, dotado de una peligrosa combinación de ignorancia y negligencia, cualidades que venían adornadas con curiosas prescripciones médicas. Y entre ellas encontramos los famosos lentes contra el aojo que usaba el Pontífice. Sin duda esos lentes le salvaron la vida al Papa, sin embargo, desde el día en que su Santidad fue atacado por el brujo caribeño no dejó de hipar. Durante el día y la noche, el hipo no dejó de producirle contracciones en el esófago. El hipo era peor que una tortura china. Informes médicos del Vaticano citados por Cromwell explican que el infortunado malestar se debía a complicaciones del esófago, producidas por la ingestión de enormes cantidades de ácido crómico, utilizado para teñir cuero. Este fue el remedio recomendado por su “brujo” de cabecera, para impedir que su Santidad perdiera los dientes y se le alterara la espléndida dicción. En este punto, uno puede tener una sospecha razonable de envenenamiento por parte del brujo del Vaticano o preguntarse si el hipo era producto del atentado síquico urdido por el brujo enviado por el dictador caribeño. La paradoja es que uno intentaba matarlo con una mirada vesánica; mientras el otro, quería salvarlo dándole a beber una pócima venenosa. Lo cierto es nos cuenta Cromwell que el oculista fue despedido, por la Santa Sede, argumentando cambios en su personalidad. Lo cual era un eufemismo usado para no referirse a su cordura. De inmediato fue sustituido por el Doctor Antonio Gasbarrini, quien de manera oficial declaró muerto al Sumo Pontífice, el 9 de Octubre de 1958, un año después de ser aojado por el taimado brujo caribeño. La autopsia dice que su Santidad falleció a consecuencia de “un trastorno circulatorio”, ¿Otro eufemismo? Sin duda, pero la pregunta cuya respuesta contiene uno de los mayores misterios de la historia del siglo XX es saber ¿Cuál de los dos brujos acabó con la vida del Papa Pio XII? ¿Murió por la destrucción por el ácido crómico recetado por su brujo de cabecera? O ¿Murió por el dardo psíquico lanzado por un brujo enviado por un dictador caribeño?
