Emociones y sentimientos

Los sentimientos, las
emociones, dos conceptos básicos y fundamentales del ser humano que nos hacen
actuar, relacionarnos, sufrir y decidir sin que sepamos realmente su
diferencia.
 

            Empecemos explicando lo que son las emociones, del latín, “ser movido por”, movidos por cómo nos
afecta el mundo que percibimos a través de nuestros sentidos, desde esa parte
del inconsciente que no somos capaces de canalizar, de entender, al no poder
poner en palabras esa perturbación que tiene lugar ante un estímulo o un
pensamiento.

             Es la herencia
animal, que empezó con un sistema
reptiliano y básico
del principio de nuestro desarrollo, evolucionando
posteriormente el sistema límbico,
algo más sofisticado, procesando independientemente de nuestro raciocinio,
siendo all donde aparecen los reflejos y conductas que nos salvan la vida en
muchas ocasiones sin saber como lo hemos hecho, tan sólo por ese proceso
hormonal que se adueña de nuestros actos y responde sin pensar, para no perder
esas décimas de segundo que diferencian el sobrevivir al morir. En definitiva,
una parte fundamental del desarrollo de nuestra especie al margen de nuestro entender controlador. Esa parte que
vemos tan clara en otros mamíferos cuyas respuestas se basan en la huida o el ataque
sin pensamientos en medio y también vemos en esos momentos de ternura con sus
retoños, o ante el sufrimiento y la muerte de otro de su misma especie. Esas
emociones animales se producen por el mismo sistema que poseemos los humanos,
la única diferencia es que nosotros podemos canalizarlo a través de las
palabras y transformarlo en sentimientos.

            Cuando somos capaces de poner palabras a esas emociones,
racionalizarlas a través de nuestro neocórtex
(la última parte que se desarrolló en el cerebro humano donde se ubica el
pensamiento racional y el lenguaje) es cuando lo aceptamos y podemos ser dueños
de nuestras respuestas. Es  el momento en
que esas emociones pasan a ser sentimientos, perdiendo su fuerza irracional, su
influencia arrolladora sobre nuestro pensamiento y actos.

            Cuanto más control ejerzamos sobre nuestras emociones más
maduros, racionales y estables estaremos, 
ya que seremos más dueños de lo que hacemos y pensamos aumentando
nuestra capacidad de aceptar la realidad del mundo. Para canalizar esta energía
sin control,  tenemos que darnos cuenta
que tiene dos direcciones antagónicas, el deseo, que quiere poseer o
interiorizar el objeto ajeno al sujeto y el odio reflejándose a través de la
ira casi siempre donde lo que se quiere es la destrucción o alejamiento del
objeto que lo produce.

            Vamos a ver los dos mecanismos fundamentales de afrontar
estas dos fuerzas; empecemos por la
motivación
,  que aparece en el  punto donde tenemos que ser capaces de
aprovechar esa energía extra que hemos producido gracias a la emoción, canalizándola hacia una 
finalidad racional, con autoconfianza de nuestras capacidades y
optimismo para poder afrontar las adversidades de la realidad.  Otra forma es a través de la frustración,
donde nos damos cuenta que no tenemos medios para alcanzar el objeto de deseo y
aprendemos a renunciar a él, a buscar otras alternativas que sean capaces de
suplirlo, transformando ese deseo incontrolado que producía ira al no poseerlo
en conformidad ante nuevas posibilidades con la ventaja de aumentar nuestra capacidad
de buscar alternativas para nuestra satisfacción y logro sin emociones
irracionales. La frustración nos hace madurar dándonos cuenta de nuestras
limitaciones para poder crecer de forma sana sin respuestas irracionales.

            Nuestra evolución tan sólo se puede producirse a través
de los sentimientos, controlando y canalizando nuestras emociones y las
respuestas que ello conlleva.

            Al percibir la diferencia entre estos dos conceptos, nos
damos cuenta que la evolución del ser humano siempre ha estado ligada al
tránsito de la emoción al sentimiento, de la injusticia y la barbarie (donde
prima el egoísmo y el deseo irracional mal canalizado) de las emociones al
sentimiento racionalizado de la compasión, la justicia, las leyes y el avance
científico para mejora de la humanidad.

            Encontrándonos
hoy en día, en la época del racionalismo lógico matemático, creo  que se ha
olvidado que los seres humanos seguimos
moviéndonos más por las emociones que por los sentimientos
. Sigue siendo lo
no racional e incontrolado lo que nos motiva, lo que nos hace luchar y poner en
riesgo nuestra vida al margen de la parte controladora, ya sea interna (la
moral, la personalidad, nuestro pensamiento racional…) o externa (las normas,
la cultura, la religión…).     No hemos
superado ni desarrollado al gran Aristóteles (hace ya 2600 años) a la hora de
transmitir esas emociones. Él planteaba la dificultad de hacia qué persona
dirigirlas, con qué intensidad, en qué momento, de qué forma y cuál es el
motivo correcto por el que lo hago .Pensemos brevemente si cada uno de nosotros
tenemos superadas esas fases  a la hora
de expresar nuestras emociones. Recordando que la represión de las emociones es
negativa y el control nos ayuda a crecer y evolucionar: a nivel emocional, que
difícil es canalizarlas, identificarlas y saber convivir con ellas.

            Hasta el año 1995 que aparece el libro “Inteligencia Emocional” de Goleman, no
se retoma esta parte del ser humano con una visión donde se vean las emociones
como algo que hay que controlar, manipular y entender dentro de nuestras
capacidades humanas.Volviendo asimismo al concepto de Templanza que usó Platón
y posteriormente al Cristianismo para postular algunas de nuestras referencias
relevantes para referirnos al control de las emociones.

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