El alférez Francisco Millau y Maraval se dirigió en 1751 al Río de la Plata, formando parte de una de las comisiones demarcadoras de límites con Portugal, que estaba bajo las órdenes del Marqués de Valdelirios.
Millau realizó importantes trabajos de levantamiento de planos y mapas que acrecentaron su nombre de geógrafo y cartógrafo meticuloso y exacto.
La comisión del Marqués de Valdelirios se embarcó en la fragata de Jason, partiendo del Puerto de Cádiz el 16 de noviembre de 1751.

La fragata entró el 26 de enero de 1752 en el Puerto de Montevideo, tuvo que esperar aquí dieciocho días al práctico a fin de asegurarse la navegación por el Río de la Plata, y el 17 de febrero llegó a Buenos Aires.
El mismo año Millau regresó a Montevideo, ya ascendido a alférez de alto bordo o de navío y realizó la siguiente descripción de la ciudad:
Hace pocos años que tuvo principio la población de Montevideo con algunas familias que vinieron para fundarla de las Islas Canarias, se han aumentado estas considerablemente, así enlazándose entre sí, como uniéndose con un gran número de forasteros, que se han quedado allí establecidos, empleándose los más en el cultivo de las tierras y algunos en el tráfico del comercio. Éste ha traído otros moradores más modernos, y todos juntos forman al presente un vecindario bastante crecido.

La ciudad es de una regular extensión, cercada por la mayor parte del mar y sólo con murallas en la angostura de tierra que la une con la Campaña; tiene para mayor defensa por esa parte, inmediata a aquellas, una ciudadela con cuatro baluartes y obras correspondientes en su interior y exterior, pero necesita mucha composición su fábrica, que en lo más principal ha empezado a arruinarse por varias partes.
El material de las casas es en las más de piedra, por la mucha que hay en esa banda y principalmente en las orillas del Río, donde hay muchas canteras y peñas, en otras es de adobes. Cuasi todas son bajas y algo reducidas. Aunque llevan su dirección para formar calles iguales, aparece al presente mucho desorden por los huecos y separaciones que hay en varias partes de unas a otras, mediando entre ellas algunas barrancas y aberturas, que causan las aguas en aquel terreno que se compone lo más de cuestas, cuyas pendientes, aunque no son de mucho declive, son muy resbaladizas en tiempo lluvioso por su piso de barro o greda, lo que hace reparar la poca perfección que tiene aún este establecimiento, con todo de que no se deja de conocer lo que le fomenta el tráfico en su Puerto.
Hay sólo tres templos, una Iglesia mayor y otra, con un convento de San Francisco. Es gobernada esta Ciudad por un oficial de grado que proveído de sus títulos por el Rey, manda todo lo económico y civil y está sujeto en lo militar al Capitán General de la Provincia. Su jurisdicción se extiende unas veinte leguas para el Este hasta cerca de Maldonado y como veinte y cinco para el Oeste, señalando su fondo para el Norte el término de las haciendas que hay por aquella parte.

El gobierno espiritual está en un Vicario del Obispo de Buenos Aires, cuya omisión recae ordinariamente en el Cura Párroco. Es cortísimo el número de los negros y mulatos, de los que sólo se encuentran algunas familias en muy pocas casas, y en las demás, como en las habitaciones de la campaña, se halla tal cual persona de esa casta. El servicio regular se hace en las haciendas con los peones en que necesitan hacer grandes faenas sus dueños, los que fuera de ese tiempo continúan solos con su trabajo personal y el de sus familias.
Los vecinos de Montevideo tienen entre todos repartida la campaña con un gran número de haciendas, en las que se cultivan los mismos frutos que en Buenos Aires, criándose igualmente en ellas grandes porciones de todos ganados y muy poco distantes unas de otras. Se mantienen allí sus familias por temporadas y se vienen en otras a la ciudad. Tienen en esa posesiones la comodidad de lograr mucha leña y maderas, que les suministran con abundancia los bosques que pueblan las orillas de muchos ríos y arroyos, cerca de las que se halla situada la mayor parte de sus habitaciones.

Lo más lleno de éstas coge sólo un espacio de doce a quince leguas todo alrededor de la Ciudad, de donde sólo prosiguen por un lado y otro algunas pocas, que con ese motivo son de grande extensión, pero están más expuestas a las continuas irrupciones de los Portugueses, algunos infieles y vagamundos, que destruyendo con sus repetidos insultos estas estancias más avanzadas y las que están cercanas, impiden el adelantamiento de otras y que se saque algún fruto de las excelentes tierras que quedan todas sin cultivo del lado de Maldonado y hoy están abandonadas por la expresada causa.

Algunos fuertes y guardias hay en la Campaña para procurar alguna defensa a la mayor parte de estas haciendas, y se disponen también salidas con bastante número de gente. Se ha conseguido en ocasiones recobrar los robos con muertes de los agresores, pero no equivale la satisfacción que algunas veces toman, a los muchos daños que continuamente reciben.
El vestuario de los habitantes de Montevideo difiere en nada del que usan los que viven en las campañas de Buenos Aires, a quienes son en todo parecidos, así en el género de vida como en sus costumbres.
LA ALCAZABA 71