El Transeúnte de Barcelona (1997)
1. Linfas
Un sorbo de metal morado,
de ferruginosas linfas
ásperas de luz terrestre
temblando en el contacto,
desgranándose en turbios besos.
Carnal y vegetal su mordedura
de furiosa procreatriz
trepando a las sombrías teclas,
pulsando sin ojos
la gama de estrellas obscuras.
Linfa de música estelar,
trago de sangre otoñal
destilada en los lagares
de asignatura nocturna,
ferruginosa de luz terrestre,
a mi ardiente sed
con vuestro acopio lustral
de pezones somnolientos,
a mi terrible ansiedad
de anacoreta en pasmo
con vuestro séquito fantasmal
roturando cristal y transparencia.
Tarde la catedral con sus campanas
hundida en sus misterios,
sonando en claves su horario
de tiempos dislocados,
de calendarios borrosos
deshojándose en linfas.
En ella tu estremecimiento,
en ella tu pathos vegetal
violentamente abierto,
desbocado en corceles
de pura cepa azabache,
nítidos en su desorden astral.
Y mañana otro día,
mañana ningún día,
ningún pretérito persecutor,
nadie existiendo, nadie existido,
nunca el tiempo, nunca ninguna parte,
borracho de olvido en la geografía.
2. Moribundo del agua
El moribundo del agua
por la narcótica costa
de la sonambular España,
y el mismo latido,
el mismo marcapasos
de las enroscadas olas
determinando en mi sangre
el ritmo de la geografía.
Más que el mar el mar ceñudo,
más que sus húmedos besos
los besos que en mis mejillas
ardiendo su ausencia sulfúrica,
su inconsolable lejanía.
Cien dineros por un golpe
de airada espuma nocturna
contra las rubias estrellas,
mi cronómetro de áureas gotas
por un minuto de ruidos
derramándose en arpegios,
toda mi fe de profeta
con su catedral en llamas
por un solo arrebato
de albos corceles en fuga.
La misma noche y el mar de España
recogiendo y estirando
su perezosa desidia,
arrollado en sí, parsimonioso.
Por esa costa arrullada,
el moribundo del agua
dolorosamente íntegro,
infructuosamente acariciado.
Entonces ni la misma noche
ni las mismas estrellas hurañas,
ni el mismo mar, ni el agua,
ni la misma música, España.
Sino que íntegro en olas,
sino que apagado en llamas,
y ardiendo en la soledad
más soledad su rumor,
su oceánico quebranto
sacudiendo mi interior.
5. Pablo
Todas las vidas tu vida,
todas tus vidas la vida,
tu vida voraginal, Pablo,
tu vida de incendio enorme
desplegando sus existencias
centrifugal, centripetal,
arrasándose y volviendo
a erigirse de sus cenizas.
La llamarada de la poesía,
el relámpago multiplicado
en letra sacramental y sonidos
desgarrando su túnica nerval,
húmeda para siempre
de lluvias perpetuas enraizadas.
Por la delgada línea terrestre
tu iridiscencia de apiñadas aves
tremolando su abigarrada
multitud de ávidos gorjeos.
Sobrehumano estremecimiento
de iracunda geografía,
de despiadadas placas terrestres
sacando de quicio al planeta,
conmoviendo extensión y altura.
Del Sur vienen las letras de la selva,
del Sur su lenta estampida,
y en la depresión central la lluvia
austral instauró su monarquía
de guturales sílabas goteando.
¿Y ahora, Pablo, ahora, camarada,
hermano de luz fulgurante
quemada, quemándose aún,
arrasada y arrasando,
sacudiendo de letras la geografía?
Ahora tus vidas dispersas,
ahora todas tus vidas
en mí, en la página, en el pupitre,
en el viento, en la ola tránsfuga,
en la lluvia y su desnudez disuelta,
en el temblor de la claridad nocturna,
en todas las lenguas de la hojarasca.
6. Hermanos poetas
Para que una gota de claro cristal,
para que la azul clarividencia
del agua oracular en la gruta
siga elevando la estalactita
en su milenaria catedral fulgente;
para que ese río subterráneo,
para que esa corriente eterna
con su caudal de silenciosas piedras
murmure aún su húmedo canto
de misteriosas sílabas rupestres;
para que de las calladas paredes,
de su silencio pétreo estremecido
una chispa de mineral sabiduría
arda como la yesca en la oquedad ciega
e inflame el vacío de su idioma crujiente;
para que el frío de invisible trama
cristalice en sus ásperas aristas
y detenga en el aire todos los vuelos
quebrantando el espacio sepulto
con su rigor de asceta implacable…
Hermanos poetas, para que algo,
para que algo bajo la tierra
rompa la verticalidad
de este pequeño dios hecho hombre,
de este minúsculo ser deificado…
Sí, para que la estalactita continúe,
para que la piedra austera solloce,
para que el frío tienda sus redes,
para que esa corriente eterna fluya,
para que el agua cante, cante, cante.
14. Pétalo
Cada pétalo del tiempo
un desgarro de gargantas
aullando en las estepas
con lobos, con el viento lúgubre,
con chamanes de visión augural,
con huesos tristes bajo las cruces
extraviadas en la extensión dormida.
Del otoño en marcha una uva,
un pezón de luz vegetal
atascado en las esclusas
de octubre a grandes zancadas,
de los lagares ávidos,
– ¡y cuán mortuorio el vino
fluyendo por los calendarios,
cuán despiadado su tránsito vital!
En él infructuosamente,
en él enloquecedoramente
el desgarro su navío
por lejanas tierras ávidas,
sin noción ni conciencia, orbital.
Pétalo de luz digerida,
pétalo de invisible cristal,
en tu círculo perfecto
un coleóptero en llamas
infaliblemente recto,
infaliblemente ecuatorial.
Erguido en el orto indubitable,
rodeado de láminas en fuga,
el anhelante pasajero
atento a los puertos de ultramar,
tintineándoles los cascabeles,
lleno de los ruidos de la orfandad.
21. Conjuración
Aniquilamientos y desórdenes
en la acerba conjuración
de secretas fuerzas urdiendo
su enemiga estrategia nocturna
en el tránsito invisible
de señales y comunicaciones.
El cielo gris precipitado
de golpe con su volumen cereal,
los volátiles caliginosos
cerniendo su sombrío maleficio,
las cartas interferidas
por implacables agentes del orden
y vertidas a inquietante desnudez…
De noche los embozados jinetes
con sus sombríos corceles golpeando
a todo galope los frágiles sueños,
quebrantando su cáscara vegetal
desde el sótano agredido.
Un pueblo de pálida presencia
mis criaturas enarbolando
sus resistencias de humeante conjuro,
y en los cruces vitales un ojo
mío con sus números abiertos.
De aurora o crepúspulo el código
de simulacros y desorientaciones
cubriendo en su fatigosa nervadura
intersticios, celosías y accesos,
solidario su leal dispositivo
de diurnos ángeles imperceptibles.
Pero la noche enemiga cerrada
como una cúpula de atroz membrana,
y en su telaraña el forcejeo
de inocentes seres caídos
a su pozo de letales aguas.
Y desde el sótano los gritos
de infiltrados agentes del orden
interfiriendo alianzas y conexiones,
conmocionando la cavidad del sueño.
25. Nauta otoñal
El corazón un enfermo navío
vagando con su raído velamen
por buhardillas y sótanos,
por polvorientos baúles,
por daguerrotipos y cartas
de estremecido perfume muriendo.
A través de borrosos calendarios,
de borrosas fechas apenas
discernibles en la bruma espiral,
con un talismán gitano emitiendo
y un violín de estridentes quejas,
ay, el corazón un enfermo navío
tocando los borrosos puertos,
las borrosas islas recaladas,
oliendo con agónica fruición
los secos pétalos de aroma abolido.
Convulso el sueño del nauta otoñal
hilvanando otra vez la trama
penosamente desmadejada,
otorgando presencia y palabra
a inútiles fantasmas reevocados,
arrancados de rincones húmedos
con arañas hilando aún su estratagema.
En ningún navío terrestre,
en ningún laberinto amargo
los besos que infructuosamente
el corazón melancólico enfermo.
Tal vez febriles alucinaciones,
tal vez la vetusta guarida
sólo guarida de huesos y harapos,
de espíritus y antepasados
repartiéndose horario y distrito.
¿Dónde en los calendarios muertos
los besos húmedos resonando,
las dulces, dulces palabras
inútilmente rememoradas
desde una boca cerrada para siempre?
Nadie en las islas borrosas recaladas.
El corazón un navío enfermo.
27. Chispa
Una chispa, Claire, de primogénito fuego ,
apenas un destello
de su inmensa hoguera
abrasándose abrasada,
abrasándonos y dándonos
cada vez un nacimiento.
Entre nosotros su polen
propagando el licor
de su flor incendiaria,
inmensamente unidos
en un beso eléctrico,
torrencial, salvaje, telúrico.
En el girante planeta
tú y yo puros, puros,
únicos en la multitud,
en la muchedumbre sin rostro
expoliando mares,
desarraigando bosques.
Su llama primigenia
rodeándonos de fuego nupcial,
envolviéndonos en olas
de aguas temblor, de aguas
apagando la hoguera
y en hogueras quemándose.
Una chispa sagrada, Claire,
una gota oceánica
mineral y viviente,
un beso volcánico
entre nuestros cuerpos,
borrachos de su licor.
Hermanía (selección)
2. Alguien espera
En un lejano, lejano puerto
encallado en los mares del Sur,
habitado por fantasmales rostros,
por rostros de oceánica estirpe.
Rostros como mi borrosa efigie,
soplados por vientos, por difuntos,
por espíritus domésticos
habitando porfiadamente
la desquiciada arquitectura,
las casas clavadas en el aire.
¿Quién espera de cara al mar,
de cara al delgado horizonte
gastado por viajes, por barcos,
por tempestades, por sueños,
quién espera, quién sigue esperando?
Cientos de tormentas desde entonces,
cientos de pulmones eólicos
soplando su gigantesca ira,
hundiendo barcos, arrojando
al fondo de la mar airada
a los hijos de la alborada.
¿Quién aún allí, qué figura
de perfil como mi efigie,
de casi irreconocible faz,
sentada frente al océano,
esperándome, esperándome?
Más allá del tiempo, viajero,
más allá de las tierras arduas,
de islas, istmos, archipiélagos,
más allá de las constelaciones,
de timones, hélices, sextantes,
y más allá aún, tramontana,
detrás de enormes cordilleras,
de enormísimas masas terrestres
rodeadas de extensión salada,
oh, más allá de la vida
y de la muerte, sin sitio,
sin memoria ni domicilio,
colgando del azar y del sueño,
tú, tu presencia itinerante,
tu identidad apenas visible
en papeles de letra muerta,
en fotografías borrándose,
en pisadas hacia el olvido.
¿Quién te espera, entonces, sentada
frente a la inmensidad oceánica,
con sus ojos de niebla clavados
en el horizonte testimonial,
en la línea de delgada bruma?
Tal vez sólo el viento errante,
tal vez tus fantasmas filiales,
tal vez la sombra del primer amor,
tal vez el sueño, tal vez nadie
.
Tal vez ese puerto una nave
encallada en tu infancia, hundida
en tu irrecuperable memoria,
sepulta bajo un océano astral
4. Eucaristía
La temprana mañana de julio,
húmeda aún de la recia resaca
arrojada a las calladas playas.
Toda la noche la furia temporal
sus bramidos de apocalípticas fieras
girando en soplido oceánico,
gimiendo por quebradas y cerros.
Ya la familia en marcha, reunida
a bordo de la nave inmóvil,
bajo el velamen del palo mayor.
Eufórica de bríos la tetera
humeando hacia cada mañana
de pan caliente en la mesa,
del cálido tazón ceremonial.
Capitán, la filial tripulación
extenuada en la gran travesía
por infernales mares, por islas
sin mención en cartas ni en leyendas,
perdidas en la bruma onírica.
Escalofriantes monstruos, gorgonas,
gigantescas serpientes marinas
silbando horrísonos alaridos,
y las olas de insólito vértigo
levantando murallas de espuma,
sepultándonos bajo su furia.
A babor las márgenes de finisterre,
y a estribor las pesadillas náuticas
de todos los antepasados muertos.
Pero ahora la familia reunida
en torno al duro pan de cada día,
y en el sacramento del tazón humeante
las manos en unción aferradas,
los labios las palabras rituales,
los rostros cabiszbajos, el perdón.
5. El Pozo
Si arrojas una piedra al pozo,
y esperas, y esperas, y esperas,
esperarás en vano, esperarás
toda una vida, todas las vidas
de quienes allí estuvieron, de quienes
bebieron, como tú, del agua,
bebieron del agua y testimoniaron,
atrapados en la complicidad.
Allí en el fondo, donde tu imagen
quedó atrapada, con las imágenes
de quienes allí se asomaron,
de quienes se inclinaron a beber,
y bebieron agua, ansiedad y dolor,
y bebieron sucios secretos de amor,
bebieron imágenes habitadas.
Alguna vez, en sumo sigilo,
te acercaste al pozo, al atardecer,
o más tarde aún, cuando la luna
lucía hipnótica sobre el agua,
y asomaste tu rostro iniciático
al abismo de la iniciación,
y allí estaban, allí estaban ellos,
reunidos en el silencio lunar,
yuxtapuestos hasta el primer día.
No sólo el agua, varón inconcluso,
no sólo la linfa vital
arañada de la dura tierra:
allí también la unidad tribal,
el ajuar de llaves y contraseñas,
el secreto libro generacional.
Ahora regresas a la edad,
te acercas en sigilo a la noria,
te inclinas sobre el gastado brocal,
y arrojas una piedra al fondo,
y esperas, y esperas, y esperas.
Así esperaras toda una vida,
así esperaras todas las vidas
de tus cómplices allí ahogados,
de tus deudos en la conjuración,
esperarías en vano, hermano,
esperarías una eternidad.
El agua está aún allí, callada,
pero esa agua ya no es el agua,
tu imagen vuelve allí a reflejarse,
pero esa imagen ya no es tu imagen,
la luna te mira desde el fondo,
pero esa luna ya no es la luna.
Si regresas al hogar, viajero,
y llamas en alta voz, en los cerros,
y golpeas con ira las aldabas,
y repites las señales secretas,
y te acercas al pozo taciturno,
y arrojas una piedra a sus aguas,
nadie te responderá, viajero,
nadie reconocerá tu voz,
ni reaccionará a tus señales.
Porque ya no eres el que se fue,
ni ellos son los que se quedaron,
y el pozo ya no es el pozo.
.
28. Cementerio
Cementerio a orillas del mar,
sobre el recio acantilado
donde el mar eleva sus lenguas
y conmociona el aire de ruidos.
Lápidas verticales, cruces,
nombres de quienes en el sueño
ya no escuchan el viento silbar
desde el océano ondulatorio.
Tal vez murieron en el otoño,
y bajaron al sitio final
envueltos en niebla marina,
con hojas secas testimoniando
la otra muerte, nuestro ciclo vital.
O llovía, y el cortejo fúnebre
subía la gran explanada
tras la nave obscura, llegando
a puerto final, en el misterio.
Aquí también Madre dormida,
sin que mi beso sobre su frente
ardiera y velara su sueño
de matriarca sin fin en el tiempo.
Tal vez murió pensando en mí,
tal vez quiso recordar mi voz,
y buscó en su archivo de sombras
sin encontrarla, entre tanta mudez.
Porque si te llamara desde aquí,
si gritara ahora tu nombre,
y siguiera gritándolo, Madre,
por todos los siglos de los siglos,
no me escucharías otra vez,
no despertarías de la muerte.
Y si cavara con mis manos,
y hallara tus huesos amados,
y pusiera mi beso en tu frente,
ya no ardería su ardor filial,
ya no podría velar tu sueño.
En un tiempo sin fin tu vida,
y hasta el final de mis huesos,
Madre, duerme tu sueño de cristal,
tu sueño límpido, cristalino,
en la doble mudez del agua.
Cementerio a orillas del mar,
sobre el tronante acantilado
donde tanto silencio filial,
donde tantos huesos callando,
donde tanta mudez natural.
Poemas del libro Hermanía
Edit. Apostrophes : www.apostrophes.cl
Hola hacia mucho tiempo necesitaba esta informacion 🙁 al fin voy a poder terminar el trabajo del semestre muchas gracias T.T