Pero si las arboledas resplandecen por su carencia, el arte inunda sus pueblos: Nª Sª de la Anunciada, en Urueña, ciudad reducida pero donde abundan las librerías para adquirir ejemplares extraños; La Casa del Tratado, San Antolín y monasterio de santa Clara, en Tordesillas, ciudad de recuerdos de la historia de España, bañada por el Duero y con un puente que apabulla, ciudad donde se firmó uno de tratados más importantes de España y donde Juana de Castilla estuvo prisionera mucho tiempo; catedral y san Isidoro en León, catedral cuya luz inunda esplendorosa su interior, y una iglesia de san Isidoro que hay que mirar con asombro y un parador nacional dedicado a san Marcos, sencillamente único; palacio de Gaudí y catedral, en Astorga, una de las obras de cuento y una plaza con los maragatos dando mazazos a las campanas del reloj; iglesia de la Asunción, en Villarmún, pobre de construcción pero bella en su sencillez; el rollo de Villalón de Campos, monumento nacional; Paredes de Nava, donde nacieron el poeta Jorge Manrique, y los pintores y escultores, padre e hijo, Pedro y Alonso de Berruguete; villa romana de La Olmeda, en Pedrosa de la Vega, visita obligada para quien sienta en su corazón lo antiguo bueno que nos legó Roma y que se ha recuperado para delicia de los amantes de la arqueología; catedral de Palencia, con una cripta llena de intensa armonía. Y ¡por fin! san Martín de Frómista. Grande entre las grandes; bella, bellísima. Merece una escapada para verla. No, no se me olvida, ¡cómo podría olvidarse!, el arte hecho soledad, camino tortuoso, curvas constantes, y allá en lo más hondo la ya citada San Miguel de la Escalada, casi sepultada en una zona perdida de la civilización, en la llamada Ruta Escondida, próxima al río Esla, donde el arte se encuentra por doquier, Santa María de Gradefes, puro románico del siglo XII; o san Pedro de Eslonza monasterio fundado en el siglo X. Pero hay más, hay una arquitectura popular, con casas que luchan con la historia, que permanecen tal cual se construyeron en tiempos remotos, casas de campo hechas de un barro macizo, tenaz; puentes que los siglos que no han podido con ellos y continúan sirviendo a los caminantes del Camino de Santiago, y a quienes laborean el campo.
Interesante artículo, visto desde un prisma muy diferente a cualquier otro que haya leído. Muy bien documentado, con fotografías que ellas mismas explican su contenido.
También yo he realizado el Camino.